Fuente: Mª Jesús Álava Reyes
A menudo estamos tan pendientes de pedir, que nos olvidamos de dar y perdemos, así, uno de los mejores placeres de la vida: disfrutar de nuestra amabilidad y generosidad.
¡Qué fácil nos hacen la vida las personas amables! ¡Cuánta amabilidad necesitamos en los tiempos actuales!
Recuerda que la agresividad genera violencia y que la amabilidad genera paz. Siempre es mejor tender puentes que levantar muros. Una persona amable y conciliadora ayuda a crear buen ambiente, a desactivar tensiones, a facilitar encuentros, alegría y cordialidad.
Pocas cosas resultan más satisfactorias en la vida que regalar bienestar, tranquilidad, amistad y, a quien no la tenga, esperanza.
No olvides que te será más fácil ser amable con los demás si eres amable contigo y miras la vida con alegría y flexibilidad. Quererte a ti es crucial para poder ofrecer lo mejor que llevas dentro.
No te arrepientas de dar más de lo que recibes. La generosidad auténtica es la que se da sin esperar recompensa. El premio es la propia satisfacción, aunque haya gente que abuse, actúe con engaño y no valore tu generosidad.
El mejor antídoto contra la tristeza, la nostalgia o el desánimo es la sonrisa. Esa sonrisa que al principio puede ser, apenas, una mueca, pero que pronto levanta nuestro ánimo, llena de luz nuestros ojos, de latidos nuestro corazón y da paso a la paz y a la esperanza.
No compliquemos la vida. Una sonrisa amable favorece el entendimiento y la comunicación. ¡Sonríe, aunque no merezcan tu sonrisa!
Si eres una persona amable y generosa, nunca te canses: ¡tienes un tesoro! Si no lo eres, tienes un reto: intenta dar siempre lo mejor de ti.
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