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viernes, 1 de marzo de 2019

Cuentos egocéntricos

Fuente: “El libro del amor” de Ramiro A. Calle.


El novelista

Un afanado novelista iba dando un paseo cuando se encontró con un amigo. Durante media hora, sin parar, comenzó a hablar de sí mismo, mientras el amigo escuchaba paciente y educadamente. Hablaba y hablaba sobre sus proyectos, sus éxitos, sus viajes, sus ocupaciones y sus circunstancias. De repente, se detuvo un instante. Miró a su amigo a los ojos y le dijo:

—Bueno, basta ya de hablar de mí. Ahora hablemos de ti. ¿Qué te ha parecido mi última novela?


Soy perfecto

Se encuentran dos amigos que no se veían desde hacía mucho tiempo. Uno le pregunta al otro:

—¿Qué tal estás, amigo mío?

El otro responde:

—Mira, antes tenía un defecto y es que me creía el mejor. Ahora, por fortuna lo he superado y soy perfecto.

La persona egocéntrica está obsesionada consigo misma. El que es muy egoísta solo instrumentaliza su vida para el reforzamiento de su ego, apartándose cada vez más de su esencia. Las relaciones con los demás no son verdaderas porque el egoísta utiliza a los otros para reafirmar su ego, exigiendo, sutil o burdamente, halagos, afirmaciones narcisistas y beneplácitos.

Como no podemos gustar a todo el mundo, de la “autoimportancia” surgen la susceptibilidad, los celos, la envidia, el aislacionismo, el apego desmedido y la aversión. ¿Es eso amor a sí mismo? Ni la “egoestima” es autoestima ni la “egorrealización” es autorrealización.

El egocéntrico da vueltas imparablemente alrededor de su personalidad, sin poder aproximarse a lo más genuino y bueno de sí mismo. Además, para mantener su recalcitrante egoísmo, recurre a toda suerte de autoengaños y cae en sentimientos de superioridad o inferioridad y culpa siempre a los otros.


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