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viernes, 16 de octubre de 2020

El aburrimiento


Fuente: “Lo bueno de tener un mal día” de Anabel González.

El aburrimiento es un sentimiento difícil de definir en positivo, ya que tiene que ver con la falta de estimulación. Puede derivarse de la repetición, de la saciedad (tener demasiado) o de la falta de desafíos.

Algunas personas se dejan absorber por esta sensación, incluso la disfrutan y la asocian al descanso, mientras que para otras tiene una connotación negativa y dedican grandes esfuerzos a evitarla; para algunos, el aburrimiento tiene relación con la falta de significado de la vida y el mundo, y se conecta con sensaciones de vacío.

El aburrimiento puede funcionar como un motor en positivo, pero muchas cosas pueden obstaculizar que nos empuje hacia la creatividad, la exploración o la estimulación. El temor ante lo que los cambios suponen, las pegas que no ponemos a nosotros mismos ante cualquier iniciativa (diversas variantes de “me da pereza” o “no me apetece”), las dificultades vitales objetivas para disponer de estímulos (muchas personas no se pueden permitir trabajos estimulantes o viven en contextos sociales que no se lo ponen fácil) pueden anclarnos en el aburrimiento.

La sensación de aburrimiento es importante en la infancia, como también el modo en que los adultos le han ayudado a gestionarlo. Hoy en día, entusiasmados con la estimulación precoz de los niños, y embarcados en la sobredosis de actividades extraescolares, hay poco espacio para que los niños puedan aburrirse y poner su cabeza a tener ocurrencias. De hecho, los pocos momentos en los que los niños tienen el privilegio de aburrirse suelen ser anestesiados con teléfonos inteligentes y tabletas para que se entretengan. Quizás como sociedad hemos de empezar a darle algo más de valor al sano aburrimiento, generador de pensamiento reflexivo y creatividad.

Pero esto de llevar mal el aburrimiento no es patrimonio de los niños, muchas personas adultas tienen dificultades para tolerar el aburrimiento. Como cualquier emoción o sentimiento que la persona no se permite sentir, el hecho de tratar de evitarlo generará complicaciones en el funcionamiento psicológico. Cuando el aburrimiento se siente como intolerable, puede llevar a buscar sensaciones intensas, nos parece más importante esa intensidad que el hecho de que sean beneficiosas o no. Podemos así perseguir cualquier estímulo potente a través de las drogas o de actividades de riesgo, las relaciones de alto calibre emocional (da igual de qué tipo), con todos los problemas que de esto se pueden derivar.

El equilibrio respecto al aburrimiento es tratar de tener una vida lo más estimulante posible dentro de nuestras posibilidades, pero preservando la capacidad de aburrirnos.

Ser capaces de aburrirse sin llevarlo mal es un indicador de equilibrio emocional.


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