Presentación   /   Página de Inicio   /   Frases y citas para el cambio   /   Libro de visitas
  ÍNDICES POR TEMAS O ETIQUETAS:

lunes, 2 de octubre de 2023

Los ángeles están aquí

Al bello ser de luz que está junto a mí por voluntad de Dios.

El santoral católico hace hincapié hoy en la figura de los ángeles custodios, también conocidos como ángeles de la guarda. Nuestros ángeles guardianes, nuestros protectores, nuestros guías espirituales o como queramos llamarlos, están más cerca de lo que imaginamos; ellos nos protegen y, si se lo pedimos, pueden guiar nuestros pasos en la Tierra.


Fuente: Esta historia, al parecer de autor desconocido, es una adaptación de la incluida en el libro “Cuentos con alma” de Rosario Gómez.

La siguiente historia ocurrió en Nueva York. Elisa llevaba asistiendo tres días a un taller de ángeles. De vuelta a su casa, iba pensando cómo poner en práctica todo lo que estaba aprendiendo. Al llegar a Central Park, invocó a sus ángeles guardianes para pedirles protección y decirles que les abría su corazón para que pudieran ser parte de su vida. Mientras Elisa atravesaba el parque, se cruzó en su camino un hombre, de unos veinticinco años, que la miró de una forma que la estremeció. Sintió que corría peligro y se apoderó de ella un miedo inmenso, pero a esa hora de la tarde camina por Central Park mucha gente de regreso a casa después de su jornada laboral y pensó que ese hombre no podría hacerle nada… Miró hacia atrás y al comprobar que no la seguía, apresuró el paso.

Al llegar a la esquina del edificio en el que vivía, escuchó la sirena de una ambulancia y un coche de policía en dirección hacia el parque.

Subió a su apartamento, se cambió de ropa, se preparó un té y se sentó frente al televisor. En ese momento, interrumpieron la programación para dar la noticia del asesinato de una joven que regresaba a casa tras salir de la universidad. La joven, que cruzaba Central Park, ofreció resistencia a un hombre que intentaba robarle la mochila y recibió un disparo. La policía pudo detenerlo en una calle cercana al lugar del crimen.

Cuando Elisa vio la imagen del hombre, le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo: era el mismo hombre del cual ella había tenido miedo en el parque.

Se quedó muy impactada y muy intrigada. No sabía por qué se había salvado de ese hombre. Pasado un tiempo, se armó de valor, fue a la cárcel donde estaba recluido el asesino y consiguió un permiso para visitarlo. Tras el cristal, le preguntó si se acordaba de ella. El hombre le contestó que sí, que ella iba delante de su víctima la tarde del crimen.

Ella, asombrada, le preguntó:

—¿Por qué no me hizo nada a mí?

—Tú eras mi víctima esa tarde, pero, cuando me crucé contigo, aparecieron dos hombres, como de un metro noventa, que caminaban a tu lado. No me atreví a acercarme. Entonces decidí buscar otra víctima.

Elisa no podía creer lo que escuchaba. Estaba convencida de que fueron sus ángeles quienes la protegieron e impidieron que la mataran.

Después de esta experiencia, todas las mañanas los invoca al comenzar el día.

Hace algo más de veinticinco años, una de mis tías, hermana de mi madre, a la cual yo admiraba por su inteligencia, elocuencia y vivacidad; por su saber estar; por su porte, belleza y elegancia; por su fino sentido del humor… fue hospitalizada porque había sufrido una caída y se había roto la cadera o, tal vez, en las personas mayores que sufren osteoporosis es difícil de determinar, se le había roto la cadera y se había caído. Como les ocurre a muchos mayores cuando son hospitalizados, sufría, en algunos momentos, algunos síntomas de lo que se conoce como “síndrome confusional” y, en ocasiones, su pensamiento era algo incoherente.

La última vez que la visité, me acerqué, como siempre, hasta la cama para besarla. Me reconoció perfectamente y observé que, sin dejar de mirar hacia la puerta, me preguntó por el hombre joven, tan alto y guapo, que me acompañaba e insistió varias veces para que yo le dijera que pasara, que no se quedara en la puerta.

Sorprendida, miré reiteradamente hacia la puerta. No había nadie o, mejor, yo no vi a nadie y desacertadamente, en tono jocoso, le dije: “¿Un hombre alto y guapo a mi lado? ¡No me digas eso, por Dios! ¡Y yo sin saberlo!¡Qué más quisiera yo!”... Sonriendo la besé, le pregunté cómo estaba y la conversación siguió por otros derroteros. Dos días después murió.

Aún me sigo preguntando por qué reaccioné de aquella manera en vez de dejar que siguiera hablando sobre el apuesto “joven” que me acompañaba. Todavía sigo renegando de mi torpeza.

Después de todo este tiempo, aunque ni siquiera puedo imaginar al bello ser de luz que está junto a mí por voluntad de Dios, me siento acompañada y tutelada por “el joven alto y guapo”. Sé que estará conmigo hasta que muera y custodiará mi alma y mi memoria hasta que “despierte”. Algún día lo conoceré, o mejor, lo reconoceré y en su momento, tal vez, iniciemos juntos otro largo camino.


No hay comentarios

Publicar un comentario en la entrada