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miércoles, 15 de octubre de 2025

Mejor, en persona

“La mejor manera de interactuar con las personas es en persona”.
Robin Sharma



Fuente: “La riqueza que el dinero no puede comprar” de Robin Sharma.

En la actualidad, tenemos la posibilidad de estar unidos virtualmente y, sin embargo, precisamente ahora, son muchas las personas que se sienten más solas que nunca. Así, podemos tener varios cientos de ciberamigos, pero raramente quedamos con algunos para, por ejemplo, tomar café.

Las relaciones se construyen relacionándose cara a cara. Muchas expresiones populares así lo reflejan. En Italia se dice: “No somos amigos hasta que hayamos comido juntos” y en España y Latinoamérica dos personas que “comen del mismo plato” o “comen en el mismo plato” tienen una amistad muy cercana.

La magia suele producirse cuando nos reunimos, nos estrechamos la mano, nos miramos a los ojos, sentimos la energía y percibimos la química de los que están a nuestro lado.

El psicólogo y filósofo Dr. Arthur Aron, profesor de la Universidad de Stony Brook (Nueva York), que lleva cuarenta años estudiando el amor, la amistad, la intimidad y todos aquellos elementos que refuerzan e inducen a la cercanía interpersonal, realizó un estudio en el que diferentes personas debían sostener la mirada en los ojos durante cuatro minutos. Pablo Motos, director y presentador de “El Hormiguero”, hizo el mismo experimento social para su programa, enfrentando, cara a cara, a un grupo de parejas, amigas o familiares, para demostrar el poder de mirarse a los ojos. El documental que recoge el experimento se mostró en el programa del día 21 de mayo de este año. Todas las personas que han participado se han visto sorprendidas por la increíble cantidad de sentimientos que pueden transmitirse mirándose a los ojos.

En una época de incesantes interacciones en internet, debemos, encarecidamente, aprovechar al máximo todas las oportunidades de relacionarnos con los demás en persona.

Dejemos el teléfono, salgamos de internet, pongámonos el abrigo y salgamos a pasear. Vayamos a ver a las personas en persona.


miércoles, 8 de octubre de 2025

Soñar que se está despierto


Este cuento está incluido con el título “¿Hasta cuándo dormido?” en el libro “101 cuentos clásicos de la India”. Recopilación de Ramiro Calle.

Era un pueblo de la India cerca de una ruta principal de comerciantes y viajeros. Acertaba a pasar mucha gente por la localidad. Pero el pueblo se había hecho célebre por un suceso insólito: había un hombre que llevaba ininterrumpidamente dormido más de un cuarto de siglo. Nadie conocía la razón. ¡Qué extraño suceso! La gente que pasaba por el pueblo siempre se detenía a contemplar al durmiente.

—¿Pero a qué se debe este fenómeno? —se preguntaban los visitantes.

En las cercanías de la localidad vivía un eremita. Era un hombre huraño, que pasaba el día en profunda contemplación y no quería ser molestado, pero había adquirido fama de saber leer los pensamientos ajenos. El alcalde mismo fue a visitarlo y le rogó que fuera a ver al durmiente por si lograba saber la causa de tan largo y profundo sueño. El eremita era muy noble y, a pesar de su aparente adustez, se prestó a tratar de colaborar en el esclarecimiento del hecho. Fue al pueblo y se sentó junto al durmiente. Se concentró profundamente y empezó a conducir su mente hacia las regiones clarividentes de la consciencia. Introdujo su energía mental en el cerebro del durmiente y se conectó con él. Minutos después, el eremita volvía a su estado ordinario de consciencia. Todo el pueblo se había reunido para escucharlo. Con voz pausada, explicó:

—Amigos. He llegado, sí, hasta la concavidad central del cerebro de este hombre que lleva más de un cuarto de siglo durmiendo. También he penetrado en el tabernáculo de su corazón. He buscado la causa y, para vuestra satisfacción, debo deciros que la he hallado. Este hombre sueña de continuo que está despierto y, por tanto, no se propone despertar.

El Maestro dice: Como este hombre, tal vez estés espiritualmente dormido, pero crees que estás despierto.


miércoles, 1 de octubre de 2025

Miríadas de ángeles


Fuente: “Hermón. Caballo de Troya 6” de Juan José Benítez.

En un proyecto secreto, dos pilotos de la USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) viajan en el tiempo al año 30 de nuestra era, a Judea, para seguir los pasos de Jesús de Nazaret y comprobar cómo fueron sus últimos días.

Fascinados por la figura y el pensamiento de Jesús de Nazaret, deciden acompañar al Maestro durante su vida pública. Para ello deben actuar al margen de lo establecido oficialmente en la operación denominada “Caballo de Troya”. Jasón y Eliseo, así son conocidos los dos pilotos, retroceden al mes de agosto del año 25 de nuestra era. Buscan a Jesús y lo encuentran en el monte Hermón, permaneciendo con Él durante cuatro semanas.

Todos los días, Jesús se marchaba al amanecer hacia los ventisqueros y solía volver al “campamento” sobre las tres o las cuatro de la tarde. Solo en tres ocasiones Jesús los invitó a que subieran con Él y lo acompañaran. La segunda ocasión fue el día 7 de septiembre del año 25. Llegaron al ventisquero hacia las nueve de la mañana. Jesús se alejó un poco, entregándose a la comunicación con Ab-bā. A mediodía compartieron un frugal almuerzo: miel, queso y fruta.

Sobre las tres de la tarde, Jesús se encontraba orando, en pie, sobre una laja de piedra, cuando al lugar se acercaron una osa con su osezno. Los pilotos, muy preocupados ante la posibilidad de que alcanzaran a Jesús, ante la imprevisible reacción que pudiera tener la osa, decidieron no actuar. El Galileo siguió ajeno a todo. Al final, la osa olió las provisiones de los pilotos, dio buena cuenta de la comida y se alejó con su cría. Hacia las cuatro de la tarde, Jesús abandonó su aislamiento: no se había percatado de nada. Tal era su poder de concentración, su “hilo directo” con Ab-bā.

A raíz del suceso, Jasón se planteó una inquietante cuestión: ¿Jesús se hallaba sujeto, como el resto de los mortales, a los riesgos de la existencia? Jasón conocía su final y sabía que era un Hombre sometido al dolor y a la muerte, pero ¿qué sucedía con las etapas anteriores? “Algo” invisible parecía preservarlo y esa misma noche, tras la cena, se lo expuso abiertamente…

Con el fin de no hacer muy extensa la entrada, he suprimido algunas frases que no influyen en el contenido del texto original.

«Esa misma noche, tras la cena, no pude resistir la tentación y lo expuse abiertamente.

—No temas, Jasón —replicó el Galileo, ratificando mis sospechas—, nada sucede ni sucederá, sin el consentimiento de mi Padre.

Y añadió con aquella seguridad de hierro:

—¡Estoy en las mejores manos! […] La vida es para VIVIRLA. Con mayúsculas… Y yo he venido también para experimentar la existencia humana. Todo ha sido minuciosa y escrupulosamente medido.

Estaba claro.

Eliseo intervino, interpretando las afirmaciones del Maestro “a su manera”, como siempre…

—¿Quieres decir que un ángel te protegió?

—Es más complejo, pero vale…

—Entonces reconoces que los ángeles existen…

Jesús le contempló asombrado.

—¿Cuántas veces tendré que repetirlo? El reino de Ab-bā es un hervidero de vida.

—O sea…, ¡existen!

—Y en tal cantidad —replicó el Maestro— que no hay medida en la Tierra para sumarlos.

—¿Y cómo son?

—¿Por qué no esperas a comprobarlo por ti mismo?

—¡Ah!, entonces lo veré cuando pase al “otro lado”…

—¿Al “otro lado”?

—Ya me entiendes, Señor… Cuando muera.

—El “otro lado”…. Me gusta la definición… Claro, eso es lo establecido.

—¿Tienen alas?

—¿Alas como los pájaros? Si quieres imaginarlos con alas… muy bien. Cuando pases al “otro lado”, como tú dices, te llevarás una sorpresa. Los ángeles con criaturas de luz. Pertenecen a esas “otras realidades” de las que ya te hablé. No disponen de cuerpos físicos. Han sido creados en perfección y no saben de sexos. Son una “realidad” muy parecida a la que os aguarda en el “otro lado”.

—Y si no hay sexo, ¿cómo se divierten?

—¡No seas bruto! —le reproché

—No importa —terció Jesús—. Me gusta su naturalidad… Hijo mío, ahora no estás capacitado para entenderlo, pero hay otros placeres inmensamente más intensos y gratificantes que el sexo. Te garantizo que, en el “otro lado”, no te aburrirás.

Intenté reconstruir la conversación y pregunté:

—Y esos seres de luz, ¿cuidan de los humanos?

—Algunos sí. No todos.

—¡El famoso ángel guardián!

—Los famosos ángeles, Jasón, en plural…

La matización, lógicamente, nos dejó confusos. Y Eliseo lo abordó:

—¿En plural? ¿Cuántos tenemos?

—Esas deliciosas criaturas son creadas siempre por parejas. Son dos en uno. Cada mortal que lo merece, por tanto, recibe un custodio doble.

—¿Y por qué dos?

—Cosas de Ab-bā. Ya sabes que es muy imaginativo…

—¿Cada mortal que lo merece? ¿Qué has querido decir?

—Cuando el ser humano toma la suprema decisión de hacer la voluntad de Ab-bā, una pareja de serafines es destinada de inmediato a la custodia del pequeño Dios. Y lo acompañará hasta la presencia del Padre… y más allá.

—Un momento —clamó el ingeniero desconcertado—. ¿Y qué pasa con los que nunca han querido o, incluso, no han podido hacer suya esa gran decisión?

—Mi Padre, también te lo dije, tiene otros métodos y caminos. El Amor no distingue.

—Veamos —intervine—, ¿quiere eso decir que una mente subnormal, por ejemplo, se halla indefensa?

El Maestro, leyendo en mi corazón, se apresuró a negar con la cabeza. Adoptó un tono más grave y aclaró:

—No, hijo mío. Esas criaturas son especialmente cuidadas por los ángeles al servicio de Ab-bā.

Y subrayó con énfasis.

—¡Especialmente!

—En otras palabras —aventuré—: nadie queda sin protección.

—Querido Jasón, el día que descubras hasta dónde llega el Amor del Padre, esa reflexión te llenará de sonrojo.

—Pero, Señor, no entiendo. Si toda criatura humana es guardada y vigilada, ¿qué significado tiene esa pareja de ángeles que aparece cuando se toma la decisión de hacer la voluntad de Ab-bā?

—Muy sencillo. Te dije que el Amor es dinámico. Si tú prosperas, el Amor prospera…

—Entiendo —resumió Eliseo—. Esa pareja “extra” es un lujo…

—Dios es un lujo. Un continuo e inagotable lujo…

—Y tú, Señor, como ser humano, ¿cuántos ángeles tienes a tu lado?

El galileo, divertido, miró a su alrededor y, señalándonos, dijo:

—Solo veo dos…

No insistimos. Esta clase de “respuestas” marcaba casi siempre un punto final en el asunto que manejábamos. Algunos de los temas que salían a la luz no eran satisfechos por el Maestro como hubiéramos deseado. Recuerdo que una vez, en plena vida de predicación, me atreví a interrogarlo sobre el particular y Él, afectuoso, colocando las manos sobre mis hombros, sentenció.

—Mi querido ángel, la revelación es como la lluvia. En exceso solo trae problemas. Dejadme hacer…».


miércoles, 24 de septiembre de 2025

Cómo relacionarse con un familiar narcisista

¿Qué podemos hacer si identificamos con claridad a una personalidad narcisista con quien nos debemos relacionar por pertenecer al mismo núcleo familiar de origen o político? Se trata, sin duda, de una situación compleja, dolorosa y dañina.

Álex Rovira Celma, en un vídeo creado en su cuenta de Tik Tok, hace algunas reflexiones que pueden ayudarnos a gestionar la relación con un familiar narcisista.

- En primer lugar, mantén expectativas realistas. No esperes empatía, comprensión ni cambios por parte de esta personalidad narcisista.

- No entres en discusiones ni intentes convencer a esta persona de que está equivocada. Es inútil y te frustrará.

- Establece límites claros sobre qué comportamientos son aceptables para ti y aléjate cuando los traspase.

- No compartas información personal que pueda usar en tu contra después, porque lo hará. Sé correcto/a, pero reservado/a.

- No dependas de su aprobación ni de su validación. Refuerza tu autoestima, independientemente de su opinión.

- Rodéate también de familiares y amigos que te apoyen. No los aísles nunca por complacer o seguirle el juego a la persona narcisista.

- Concentra las conversaciones en temas neutros. Evita política, religión u opiniones enfrentadas.

- Respeta sus puntos de vista, aunque no los compartas. No hace falta entrar en discusión. Cambia de tema.

- Céntrate en lo único que puedes controlar: tu actitud.

- Si la relación te perjudica demasiado, valora limitar el contacto a lo estrictamente necesario.

Con empatía y temple puedes manejar una relación difícil con un familiar cercano narcisista al que te vas a encontrar, sí o sí, en las reuniones familiares.


miércoles, 17 de septiembre de 2025

Corregir los errores


Fuente: “Cómo afrontas los errores”. Boletín Informativo del Dr. Mario Alonso Puig.

«¿Qué hacemos cuando alguien comete un error? Es fácil reaccionar desde el enfado, pero los errores no necesitan castigo, necesitan corrección.

Cuando castigamos a alguien por equivocarse, a menudo añadimos una carga innecesaria de culpa y vergüenza. Es como pisar una flor que ya estaba marchita: no la ayudas a crecer, solamente aceleras su deterioro. En cambio, cuando ayudamos a esa persona a reconocer el error y a repararlo, no solo favorecemos el aprendizaje, también fortalecemos la relación.

Esto también se aplica a nosotros mismos. ¿Cómo nos hablamos cuando cometemos un error? ¿Nos castigamos… o nos hablamos como lo haríamos con alguien a quien queremos de verdad?

Los errores son parte del aprendizaje, no una razón para el castigo.

La próxima vez que alguien (o tú mismo) se equivoque, prueba a reemplazar el juicio por comprensión. Ofrece una oportunidad para corregir y reparar desde el respeto, no desde el reproche. Verás cómo esa actitud ayuda a aprender y a generar más confianza.

Todos cometemos errores, pero la forma en que los afrontamos puede marcar la diferencia. La corrección construye; el castigo, divide.

Decía el gran psicólogo norteamericano William James: “Eres tú, con tu forma de hablarte cuando te caes, el que determina si te has caído en un bache o en una tumba”».


miércoles, 10 de septiembre de 2025

Cuánta tierra necesita un hombre

El clásico escritor ruso León Tolstói (1828-1910), autor de las novelas “Guerra y Paz” (1869) y “Ana Karenina” (1877), es uno de los más eminentes autores de narrativa realista de todos los tiempos. Profundo pensador social y moral, escribió en 1886 el relato “Cuánta tierra necesita un hombre”. Se trata de una parábola sobre la ambición del ser humano. Pajom es un campesino al que ninguna extensión de tierra satisface: cuanta más tiene, más necesita. Al conocer que los habitantes de una lejana región, los bashkirios, le ofrecen tanta tierra como pueda recorrer en un día, no lo dudará e intentará abarcar la mayor cantidad posible…

En esta entrada se incluye una adaptación de la versión que de este cuento editó “Confiar Cooperativa Financiera” (Medellín, 2019).

Érase una vez un campesino llamado Pajom, que trabajaba dura y honestamente para su familia, pero, como no tenía tierras propias, siempre permanecía en la pobreza.

—Ocupados como estamos desde la niñez trabajando la tierra —pensaba a menudo—, los campesinos morimos como vivimos, sin nada propio. Las cosas serían diferentes si tuviéramos nuestra propia tierra.

Cerca de la aldea de Pajom vivía una mujer, una pequeña terrateniente, que poseía una finca de ciento cincuenta hectáreas. Un invierno se difundió la noticia de que iba a vender sus tierras. Pajom oyó que un vecino suyo iba a comprarle veinticinco hectáreas y que la mujer había aceptado cobrar la mitad en efectivo y esperar un año para cobrar la otra mitad.

—Comprarán toda la tierra y yo me quedaré sin nada —calculó Pajom.

Así que decidió hablar con su esposa.

—Otras personas están comprando y nosotros también deberíamos comprar. La vida se vuelve imposible sin poseer tierras propias.

Se pusieron a pensar y calcularon cuánto podrían comprar. Tenían ahorrados cien rublos. Vendieron un potrillo y la mitad de sus colmenas; pusieron a trabajar a uno de sus hijos como peón y pidieron anticipos sobre su paga; pidieron prestado el resto a un cuñado y, así, juntaron la mitad del dinero de la compra. Después de eso, Pajom escogió una parcela de quince hectáreas que tenía algo de bosque, fue a ver a la mujer e hizo la compra.

Ahora Pajom tenía su propia tierra. Compró semillas a crédito, las sembró y obtuvo una buena cosecha. Al cabo de un año había logrado saldar las deudas con la que había sido propietaria de las tierras y con su cuñado. Se convirtió, así, en terrateniente, talaba sus propios árboles y alimentaba su ganado con sus propios pastos. Cuando salía a arar los campos o a mirar sus mieses o sus prados, el corazón se le llenaba de alegría. La hierba y las flores que crecían allí le parecían diferentes a las de otras tierras.

Un día, estando Pajom sentado en la puerta de su casa, se detuvo un viajero. Pajom le preguntó de dónde venía y el forastero respondió que venía más allá del Volga, donde había estado trabajando. Una palabra llevó a otra y el hombre comentó que por allí había muchas tierras en venta y que muchos estaban viajando para comprarlas. Las tierras eran tan fértiles, aseguró, que el centeno era alto como un caballo y tan tupido, que cinco cortes de guadaña formaban una gavilla.

El corazón de Pajom se colmó de anhelo.

—¿Por qué he de sufrir en este agujero —discurrió— si se vive tan bien en otras partes? Venderé mi tierra y con ese dinero comenzaré allí de nuevo y tendré todo lo que siempre he querido.

Pajom vendió su tierra, su casa y su ganado y obtuvo buenas ganancias. Compró muchas tierras de cultivo y pasto y pudo tener las cabezas de ganado que deseaba. Se mudó con su familia a su nueva propiedad. Lo que había dicho el campesino era cierto y Pajom estaba en mucha mejor posición que antes.

Al principio, Pajom se sentía complacido, pero, cuando se habituó, tampoco allí estaba satisfecho. Quería sembrar más trigo y arrendó más tierras por tres años. Fueron años de buenas cosechas y Pajom pudo ahorrar dinero. Podría haber seguido viviendo cómodamente, pero se cansó de arrendar tierras ajenas y de sufrir privaciones para ahorrar el dinero.

—Si todas estas tierras fueran mías —pensó— sería independiente y no sufriría incomodidades.

Un día, pasó por sus tierras un corredor de bienes inmuebles y le comentó que acababa de regresar de la lejana tierra de los bashkirios, donde había comprado seiscientas hectáreas por solo mil rublos.

—Simplemente debes hacerte amigo de los jefes —le dijo—. Yo les regalé vestidos, alfombras, una caja de té y vino y la compra de la tierra fue una ganga.

—Vaya —consideró Pajom—, allí puedo tener diez veces más tierras de las que poseo. Debo probar suerte.

Pajom encomendó a su familia el cuidado de la finca y emprendió el viaje llevando consigo a su criado. Pararon en una ciudad y compraron una caja de té, vino y otros obsequios, tal y como el vendedor les había aconsejado. Continuaron hasta recorrer más de quinientos kilómetros y al séptimo día llegaron al lugar donde los bashkirios habían instalado sus tiendas.

En cuanto vieron a Pajom, se reunieron en torno al visitante. Le dieron té y kurniss, sacrificaron una oveja y le dieron de comer. Pajom sacó los presentes de su carromato, los distribuyó y les dijo que venía en busca de tierras. Los bashkirs parecieron muy satisfechos y le dijeron que debía hablar con el jefe. Lo mandaron buscar y le explicaron a qué había ido el forastero.

El jefe escuchó un rato, pidió silencio con un gesto y le dijo:

—De acuerdo. Escoge la tierra que te plazca. Tenemos tierras en abundancia.

—¿Y cuál será el precio?

—Nuestro precio es siempre el mismo: mil rublos por día.

Pajom no comprendió.

—¿Un día? ¿Qué medida es ésa? ¿Cuántas hectáreas son?

—No sabemos calcularlo —dijo el jefe—. La vendemos por día. Todo lo que puedas recorrer a pie en un día es tuyo por mil rublos.

Pajom quedó sorprendido.

—Pero en un día se puede recorrer una vasta extensión de tierra —dijo.

El jefe se echó a reír.

—¡Será toda tuya!, pero con una condición: si no regresas el mismo día al lugar donde comenzaste, pierdes el dinero.

—¿Pero cómo debo señalar el camino que he seguido?

—Iremos a cualquier lugar que gustes y nos quedaremos allí. Desde ese sitio emprenderás tu viaje llevando una azada contigo. Donde lo consideres necesario, deja una marca. En cada giro, cava un pozo y apila la tierra; luego iremos con un arado de pozo en pozo. Puedes hacer el recorrido que desees, pero antes que se ponga el sol debes regresar al sitio de donde partiste. Toda la tierra que cubras será tuya.

Pajom estaba alborozado. Decidió comenzar por la mañana. Charlaron, bebieron más kurniss, comieron más oveja y bebieron más té y, así, llegó la noche. Le dieron a Pajom una cama y se dispersaron prometiendo reunirse a la mañana siguiente y viajar al punto convenido antes del amanecer.

Pajom se acostó, pero no pudo dormir. No dejaba de pensar en su tierra.

—¡Qué gran extensión marcaré! —imaginó—. Puedo andar fácilmente cincuenta kilómetros por día. Los días ahora son largos y un recorrido de cincuenta kilómetros representará gran cantidad de tierra. Venderé las tierras más áridas, o las dejaré a los campesinos. Yo escogeré las mejores y las trabajaré. Compraré dos yuntas de bueyes y contrataré dos peones más. Unas noventa hectáreas destinaré a la siembra y en el resto criaré ganado.

Por la puerta abierta vio que estaba rompiendo el alba.

—Es hora de despertarlos —se dijo—. Debemos ponernos en marcha. Se levantó, despertó al criado, que dormía en el carromato, le ordenó uncir los caballos y fue a despertar a los bashkirios.

—Es hora de ir a la estepa para medir las tierras —indicó.

Los bashkirios se levantaron y se reunieron. También acudió el jefe. Se pusieron a beber más kurniss y ofrecieron a Pajom un poco de té, pero él no quería esperar.

—Si hemos de ir, vayamos de una vez. Ya es hora.

Los bashkirios se prepararon y todos se pusieron en marcha, algunos a caballo, otros en carros. Pajom iba en su carromato con el criado y llevaba una azada. Cuando llegaron a la estepa, apeándose de carros y caballos, subieron a una loma. El jefe se acercó a Pajom y extendió el brazo hacia la planicie.

—Todo esto, hasta donde llega la mirada, es nuestro. Puedes tomar lo que gustes.

A Pajom le relucieron los ojos, pues era toda tierra virgen, llana como la palma de la mano, negra como semilla de amapola y en las hondonadas crecían altos pastizales.

El jefe se quitó la gorra de piel de zorro, la apoyó en el suelo y dijo:

—Ésta será la marca. Empieza aquí y regresa aquí. Toda la tierra que rodees será tuya.

Pajom sacó el dinero y lo puso en la gorra. Luego se quitó el abrigo, quedándose con su chaquetón sin mangas. Se aflojó el cinturón y lo sujetó con fuerza bajo el vientre, se puso un costal de pan en el pecho del jubón y, atando una botella de agua al cinturón, se subió la caña de las botas, empuñó la azada y se dispuso a partir. Tardó un instante en decidir el rumbo. Todas las direcciones eran tentadoras.

—Iré hacia el sol naciente —dijo al fin—.

Se volvió hacia el este, se desperezó y aguardó a que el sol asomara sobre el horizonte.

—No debo perder tiempo —pensó—, pues es más fácil caminar mientras todavía hace fresco.

Los rayos del sol no acababan de chispear sobre el horizonte cuando Pajom, azada al hombro, se internó en la estepa.

Caminaba a paso moderado. Tras avanzar mil metros se detuvo, cavó un pozo y apiló terrones de hierba para hacerlo más visible. Luego continuó y, ahora que había vencido el entumecimiento, apuró el paso. Al cabo de un rato cavó otro pozo.

Miró hacia atrás. La loma se veía claramente a la luz del sol con la gente encima. Calculó que había caminado cinco kilómetros. Había subido la temperatura; se quitó el chaquetón, se lo echó al hombro y continuó la marcha.

—Todavía es demasiado pronto para virar —se dijo.

Se sentó, se quitó las botas, se las metió en el cinturón y reanudó la marcha. Ahora caminaba con soltura.

—Seguiré otros cinco kilómetros —calculó— y luego giraré a la izquierda. Este lugar promete tanto, que sería una pena perderlo. Cuanto más avanzo, mejor parece la tierra.

Siguió derecho por un tiempo y cuando miró alrededor, la loma era apenas visible y las personas parecían hormigas.

—He avanzado bastante en esta dirección —pensó—. Es hora de girar. Además, estoy sudando y muy sediento.

Se detuvo, cavó un pozo y apiló hierba. Bebió un sorbo de agua, giró a la izquierda y continuó la marcha.

Hacía mucho calor y Pajom comenzó a cansarse. Miró el sol y vio que era mediodía.

—Bien —se dijo—, debo descansar.

Se sentó, comió pan y bebió agua. Después de estar un rato sentado, siguió andando y, aunque tenía sueño, continuó y pensó: “Una hora de sufrimiento, una vida para disfrutarlo”.

Avanzó un largo trecho en esa dirección y ya iba a girar de nuevo a la izquierda, cuando vio un fecundo valle.

—Sería una pena excluir ese terreno —juzgó—. El lino crecería bien aquí.

Así que rodeó el valle y cavó un pozo del otro lado antes de girar. Miró hacia la loma. El aire estaba brumoso por el calor y apenas se veía a la gente de la loma.

—Los lados son demasiado largos —pensó—. Este debe ser más corto.

Y siguió a lo largo del tercer lado, apurando el paso. Miró el sol. Estaba a mitad de camino del horizonte. Aún no había recorrido tres kilómetros del tercer lado del cuadrado y estaba a quince kilómetros de su meta.

—Aunque mis tierras queden irregulares —advirtió—, ahora debo volver en línea recta. Podría alejarme demasiado y ya tengo gran cantidad de tierra.

Entonces cavó un pozo deprisa.

Con dificultad, echó a andar hacia la loma. Estaba agotado por el calor, tenía cortes y magulladuras en los pies descalzos, le flaqueaban las piernas, pero no podía descansar para llegar antes de ponerse el sol.

—¡Cielos! —se recriminó—. ¿Qué pasará si llego tarde?

Miró hacia la loma y hacia el sol. El sol se aproximaba al horizonte y todavía estaba lejos de la meta.

Con mucha dificultad, siguió caminando apurando el paso. Arrojó la chaqueta, las botas, la botella y la gorra y conservó sólo la azada que usaba como bastón. Finalmente, se echó a correr.

—¡Ay de mí! —clamaba para adentro—. He deseado mucho y lo eché todo a perder. Tengo que llegar antes de que se ponga el sol.

Continuó corriendo. La camisa y los pantalones, empapados en sudor, se le pegaban a la piel y tenía la boca reseca. Su pecho jadeaba como un fuelle, su corazón latía como un martillo, sus piernas cedían como si no le pertenecieran.

Aunque temía morir por el agotamiento, no podía detenerse y siguió corriendo. Al acercarse oyó que los bashkirios gritaban. Juntó sus últimas fuerzas y siguió corriendo.

El sol casi rozaba el horizonte, pero Pajom estaba muy cerca de su meta. Podía ver a la gente de la loma agitando los brazos para que se diera prisa. Veía la gorra de piel de zorro en el suelo, el dinero y al jefe, riendo a carcajadas, sentado en el suelo.

Cuando llegó a la loma miró al cielo. ¡El sol se había puesto! Pajom dio un alarido.

Pensó que todo su esfuerzo había sido en vano, pero oyó que los bashkirios aún gritaban y recordó que, aunque para él, desde abajo, parecía que el sol se había puesto, desde la loma aún podían verlo. Aspiró una buena bocanada de aire y corrió cuesta arriba. Llegó a la cima, cayó de bruces y tomó la gorra con las manos.

—¡Vaya, qué sujeto tan admirable! —exclamó el jefe—. ¡Ha ganado muchas tierras!

El criado de Pajom se acercó corriendo y trató de levantarlo, pero vio que le salía sangre de la boca. ¡Pajom estaba muerto!

Los bashkirios chasquearon la lengua para demostrar su piedad.

Su criado empuñó la azada, cavó una tumba para Pajom y allí lo sepultó. Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba.


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miércoles, 3 de septiembre de 2025

El verdadero rostro de Dios (I)


Fuente: “Hermón. Caballo de Troya 6” de Juan José Benítez.

En un proyecto secreto, dos pilotos de la USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) viajan en el tiempo al año 30 de nuestra era, a la provincia romana de Judea, para seguir los pasos de Jesús de Nazaret y comprobar cómo fueron sus últimos días.

Fascinados por la figura y el pensamiento de Jesús de Nazaret, deciden acompañar al Maestro durante su vida pública. Para ello deben actuar al margen de lo establecido oficialmente en la operación denominada “Caballo de Troya”. Jasón y Eliseo, nombres por los que son conocidos los pilotos, retroceden al mes de agosto del año 25 de nuestra era. Buscan a Jesús y lo encuentran en el monte Hermón, permaneciendo con Él durante cuatro semanas.

El siguiente diálogo entre Jesús de Nazaret, Jasón y Eliseo se produce en el campamento situado a los pies del Hermón, al amor de un buen fuego, tras la cena del día 21 de agosto del año 25. Con el fin de no hacer demasiado extensa la entrada, he omitido algunas frases que no afectan al mensaje recogido.

La “chispa” divina

[…] «—Pues bien, yo os digo que el Padre ya está en vosotros. Os estoy hablando de uno de los grandes misterios de la Creación. El Padre, en su infinita misericordia, en su indescriptible amor, hace tiempo que se instaló en vosotros…

Notó nuestra confusión y profundizó.

—Cada criatura del tiempo y del espacio recibe una diminuta fracción de la esencia divina. El Padre, como os dije, aunque único e indivisible, se fracciona y os busca. Se instala en cada uno de vosotros, los más pequeños del reino.

—¿Se trata de una parábola?

—No, Jasón, esto es real. Y no me preguntes cómo lo hace porque nadie lo sabe. Es una de sus grandes prerrogativas. Él, así, “sabe”. Él, así, “está”. Él, así, se comunica con la creación y se hace uno con cada mortal inteligente.

—Pero, ¿cómo es eso?, ¿cómo un Dios puede habitar en mi interior?

El Maestro se limitó a mover las brasas, levantando un fugaz chisporroteo. Después, llamando nuestra atención, prosiguió:

—¿Veis las chispas?... Pues en verdad os digo que algo similar sucede con el Padre. Una “chispa” divina, una parte de Él mismo, vuela hacia cada criatura y la hace inmortal.

Supongo que captó la perplejidad de aquellos exploradores. Sonrió amorosamente y exclamó:

—A esto, justamente, he venido. A revelar al mundo que sois hijos de un Dios… Y lo sois por derecho propio.

—Pero, Señor, yo no percibo nada raro… Si Dios estuviera en mi interior tendría que notarlo.

—Te diré algo, ¿Qué opinas de esta bella mariposa? ¿Por qué se siente atraída por la luz? (Una enorme y hermosa mariposa cuadriculada en blanco y negro, una euprepia oertzeni, atraída por la luz de la fogata, fue a posarse en el extremo de la rama con la que jugueteaba el Maestro).

—Eso es algo instintivo…

—Correcto. Ella no es consciente, pero “algo” la empuja…

Asentimos en silencio.

—Pues bien, con vosotros, los humanos, ocurre lo mismo. “Algo” que no podéis, que no sabéis definir, os impulsa a pensar en Dios. “Algo” desconocido os proporciona la capacidad intelectual suficiente como para plantearos el problema de la divinidad. “Algo” sutil os arrastra hacia el misterio de Dios. Nadie se ve libre de esas inquietudes. Tarde o temprano, en mayor o menor medida, todos se hacen las mismas preguntas: “¿quién soy yo?, ¿existe Dios?, ¿qué quiere de mí?, ¿por qué estoy aquí?”.

Dirigiéndose al ingeniero, preguntó:

—¿Nunca has percibido esa inquietud?

Eliseo reconoció que sí. Muchas veces…

—Ahora lo sabes. Ese impulso, esa necesidad de conocer, de saber de Dios, está animado por la “chispa” que te habita. Esa “presencia” de Dios en tu interior es la que verdaderamente te hace distinto. La que te inquieta. La que perfecciona y corrige tus pensamientos. La que, a veces, escuchas en voz baja. La que siempre tiene razón. La que, en definitiva, “tira” de ti hacia Él.

—Y la mariposa, Señor, ¿también es habitada por el Padre?

Jesús, soltando una carcajada, negó con la cabeza:

—Los animales se mueven por instinto. En ocasiones pueden demostrar sentimientos, pero, ninguno, jamás, se plantea la necesidad de buscar a Dios. Ni siquiera tienen conciencia de sí mismos. La “chispa” del Padre es un regalo exclusivo a los humanos…

Eliseo, inquieto lo interrumpió:

—¿Y tus ángeles? ¿Reciben también la “chispa” del Padre?

—No querido… Esa magnífica y divina presencia del Creador os alcanza únicamente a vosotros, las criaturas del tiempo y del espacio. Las más humildes…

Entonces, dirigiéndose a este explorador, comentó:

—Estás muy callado…

—Es demasiado para mi torpe y corto conocimiento, Señor… Pero, ya que lo planteas, dime: ¿tiene esa “chispa” algo que ver con la famosa frase…?

No me dejó concluir.

—Sí, Jasón… “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Tú eres igual a Dios porque lo llevas en lo más profundo. Y no son meras palabras… Tú eres su imagen. Más aún: ¡tú eres Dios! Y te diré más: algún día “trabajarás” a su lado, creando y sosteniendo…, como Él.

¿Por qué crees que Ab-bā ha pensado en ti? Porque el amor no es posesivo, el amor del Padre, como la luz, solo se mueve en una dirección: hacia adelante. Él, aunque ahora no podáis comprenderlo, os necesita. Él será Él cuando toda su creación sea Él.

—¿Estás insinuando que el ser humano es inmortal?

Esta vez sonrió pícaro. Dejó correr una bien estudiada pausa y, cuando la tensión rozó las estrellas, exclamó rotundo:

—No insinúo… ¡Afirmo!... ¡Sois inmortales! Así lo ha querido el Padre. Estoy aquí para revelar al Padre. Para decirle al confuso y confundido hombre que la esperanza existe… ¡Que sois hijos de un Dios! ¡Que habéis sido elegidos por el infinito amor de Ab-bā! ¡Que estáis, simplemente, en el principio!

—Entonces —intervine tímidamente—, eso de ganar o merecer el cielo…

El Maestro pronunció una sola palabra:

—Mattenah (regalo).

—¿Un regalo? ¿La inmortalidad es un regalo?

Sí Jasón. El hombre debe saber que es inmortal por expreso deseo de mi Padre. Haga lo que haga o diga lo que diga…

Supongo que volvió a adivinar nuestros pensamientos.

—De eso no os preocupéis. Esa es otra historia. Para los que hacen daño o, sencillamente, se equivocan, hay otros procedimientos… En verdad os digo que nadie escapa al amor de Ab-bā. Tarde o temprano, hasta los más inicuos son “tocados”…

—Señor, ese nuevo Dios, ese magnífico Padre…, no va a gustar a tu pueblo.

—No he venido a imponer. Solo a revelar. A recordar cuál es el verdadero rostro de Dios y cuál es la auténtica condición humana. Mi mensaje es claro y fácil de entender. Ab-bā es un Padre entrañable, amoroso, que no precisa de leyes escritas, ni tampoco de prohibiciones. El que lo descubre sabe qué hacer… Sabe que todo consiste en amar y servir, empezando por el prójimo».


miércoles, 27 de agosto de 2025

Deja de intentarlo

Yoda (“La guerra de las galaxias”).

Fuente: “La riqueza que el dinero no puede comprar” de Robin Sharma.

Hay dos palabras que, juntas, componen una sinfonía de negatividad y frenan seriamente tu compromiso con el crecimiento personal: “Lo intentaré”.

“Lo intentaré” significa que no vas a comprometerte.

“Lo intentaré” significa que, en realidad, no vas a implicarte.

“Lo intentaré” significa que no vas a hacerte responsable.

“Lo intentaré” significa que, en realidad, no te interesa tanto.

“Lo intentaré” significa, sobre todo, que te preocupa hacer los cambios que debes hacer para llevar la vida que te gusta. Recuerda que no puedes tener el mundo que quieres sin hacer lo que debes.

“Lo intentaré” roza la evasiva y es una razón que ofrece casi todo el mundo para quitarse de encima la responsabilidad. Esta frase deshonra tus talentos y le falta el respeto a tu genio.

“Lo intentaré” es un violento atracador del potencial humano, un ladrón del rendimiento excepcional y un frío asesino de tus mayores sueños.

“Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”, advirtió Yoda, el personaje de “La guerra de las galaxias”.

Creo que tenía razón.


domingo, 24 de agosto de 2025

Vivirás en mi corazón

“Estaré en tu corazón. El amor es un vínculo inquebrantable. Deja de llorar, todo está bien”.
Phil Collins. De la canción “You'll be in my heart” (“Estarás en mi corazón).


 “You'll be in my heart” (“Estarás en mi corazón”). Niki Zefanya.

Estar vivos es algo que damos por hecho. De las personas que mueren a diario en España, solo un 15% sabían que iban a morir porque tenían una enfermedad terminal. El resto, un 85%, se han levantado por la mañana, como tú o yo, pensando en lo que harían hoy, la semana que viene, el próximo mes… pero nada de eso ocurrirá. Vivir es un milagro. Por favor, despierta. Date cuenta del privilegio que es estar vivo. No confíes en que haya un mañana. Vivir es hoy, es este ahora. Vive con determinación y, sobre todo, no actúes como si fueras a quedarte aquí eternamente olvidándote de ser feliz.

Fuente: “La muerte y el duelo a través de los cuentos” de Carmen Moreno Lorite.

Con el paso del tiempo hemos ido dejando a la muerte en el cajón de las cosas que nos dan miedo y no hablamos de ella. La hemos alejado de nosotros como si con ello hiciéramos un conjuro mágico que impidiera que la muerte se acercara. Sin embargo, ha sucedido que no solo no la hemos podido alejar —eso es imposible—, sino que, además, al perder la conciencia de la muerte, hemos olvidado su relación con la vida. El miedo a la muerte nos ha hecho tener miedo a la vida y, cuando tenemos miedo, andamos encogidos, inseguros, ansiosos… y todo ello nos dificulta vivir plenamente, en paz y con satisfacción cada día, cada momento.

La conciencia de la muerte —mi muerte y la de mis seres queridos— es sana. No es una conciencia enfermiza ni morbosa y, si es bien empleada, es una conciencia de vida.

La muerte de un ser querido nos pone irremediablemente ante el misterio de la vida. Pocas situaciones nos afectan de un modo tan profundo, pues nos hace tomar conciencia de lo que realmente es importante en la vida. Es como si la muerte se convirtiera en maestra, una dura maestra que nos enseña y nos recuerda los valores más genuinamente humanos para que nos percatemos de la necesidad de volver a encontrar el rumbo de nuestra vida. La muerte nos hace, de alguna manera, a todos filósofos, pensadores sobre el sentido último de la vida, de las relaciones y del amor.

Tras el fallecimiento de una persona querida nuestra vida quedará transformada y, aunque con dolor, tenemos la posibilidad de dar un importante paso en nuestro desarrollo personal, de ser más humanos y profundos y, a pesar de que nos parezca difícil de imaginar o creer, este proceso nos brinda la posibilidad de ser más agradecidos y felices.


miércoles, 20 de agosto de 2025

Las cosas son como son

“No pretendas que los sucesos sucedan como quieres, quiere los sucesos como suceden y vivirás sereno”.
Epicteto



Fuente: “Somos fuerza” de Patricia Ramírez.

En muchas ocasiones nos negamos a asumir que algo es como no deseamos que sea, pero en esta vida hay situaciones que no dependen de nosotros y no hay nada que, de momento, podamos cambiar. No hay más. Es así y ya está.

La aceptación, que no es sinónimo de dejadez ni de resignación, consiste en dejar de luchar y dejar de desesperarse por aquello que ahora no puede cambiarse. Significa dejar de quejarse, de criticar, de menospreciar, de intoxicar el momento presente para poder conseguir que nuestras vidas vuelvan a funcionar. Si no lo hacemos, seguiremos en el limbo, sin capacidad de actuación ni decisión.

Entre las cosas que debemos aceptar, para esta entrada he seleccionado las tres siguientes: la parte injusta de la vida, el hecho de que no podemos controlarlo todo y que no somos perfectos.

֍ La vida tiene una parte injusta que, tarde o temprano, nos va a tocar. Nadie se libra de ello. La adversidad forma parte de la vida y hay que aprender a vivir con ella si queremos seguir avanzando y no quedarnos “pillados” en el “¿y por qué a mí?”. Ser una buena persona no es sinónimo de tener una vida justa. No hay una relación directa entre lo que damos en la vida y lo que la vida nos devuelve. El destino, la suerte —buena y mala—, la intervención de terceras personas, etc., también desempeñan papeles protagonistas en nuestra vida.

Pensamos que las explicaciones nos dejan tranquilos, pero no todo tiene una explicación. Hurgar en la llaga crea más dolor y no nos deja pasar página. Dialogar con nuestros pensamientos limitantes, críticos y negativos hace que los mantengamos vivos. Empezamos recordando y terminamos sintiéndonos mal. Dejemos de pensar cómo deberían haber sido las cosas. Son como son. Dejemos de buscar el motivo de por qué ocurrió y por qué a nosotros.

Desplacemos el foco a lo que va bien, a lo que funciona. Seamos agradecidos con la vida y con lo que nos rodea. Ilusionémonos con proyectos y personas con las que compartamos valores y nos llenen de energía. Hay muchas cosas que nos perdemos en la vida por no prestarles atención.

֍ Controlar significa tener bajo nuestra supervisión aquello que puede suponer un peligro. También implica anticiparnos a dificultades o problemas. El control forma parte de nuestra seguridad y supervivencia, pero muchas veces no tenemos en cuenta que lo que queremos controlar no depende de nosotros.

La sensación de perder el control genera ansiedad y frustración. Aunque queramos controlar la situación, la vida no siempre nos permite jugar la partida a nuestra manera. No se puede controlar qué va a ocurrir en el futuro, pero sí podemos aprender a vivir con ello.

֍ Otra forma de querer controlar es querer que todo esté perfecto. Valores como la exigencia y la superación nos hacen mejorar como personas y como profesionales, pero a estos valores les pasa como a las manzanas. Una manzana al día es saludable, pero dos kilos, no.

La batalla del perfeccionismo no se gana nunca porque, aunque te hayas superado, siempre hay algo que se puede mejorar. Hay batallas que solo se ganan cuando se abandonan.

Hemos de aceptar que no somos perfectos y nunca lo seremos. Intentar superarse constantemente nos asfixia, nos condena, nos estresa... ¿Es necesario? ¿Nos hace más felices? ¿Nos hace mejores personas?

Cuando bajamos el nivel de exigencia vivimos mejor, incluso con más salud. Ganamos serenidad, tiempo y calidad de vida. No tener que estar a la altura de nada y no compararse con nadie da mucha tranquilidad. Prueba a dejar de exigirte tanto y a disfrutar más de lo que ahora eres y tienes.


martes, 12 de agosto de 2025

La importancia de la empatía


Fuente: “Tú eres tu lugar seguro” de María Esclapez

La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar de otra persona y entender lo que puede estar sintiendo en determinada situación. Esto no tienen nada que ver con leer el pensamiento, sino que tiene más relación con intuir por lo que puede estar pasando una persona, ya sea bueno o malo.

La empatía se puede aplicar en cualquier relación, pero creo que tiene más lógica que la pongamos en marcha con personas a las que queremos. A continuación, se señalan algunas claves para empezar a trabajarla.

1. Escucha atentamente, sin interrumpir ni juzgar.

2. Mientras escuchas, intenta imaginar qué sentirías tú en una situación similar a la que la persona te está describiendo.

3. No te obceques en tu opinión, procura comprender otros puntos de vista. Para ti es muy importante el tuyo, pero para la persona que te está trasladando su visión de las cosas también es muy importante su percepción.

4. Recuerda que hay tantas realidades de un mismo hecho como personas.

5. Expresa que entiendes lo que la otra persona te está trasladando. Esto es imprescindible para la comunicación, pues no es lo mismo entender y no decirlo que entender y transmitir ese entendimiento. Parece un detalle sin importancia, pero recuerda que la otra persona no puede adivinar lo que estás pensando. Puedes demostrar tu comprensión así:

- “Es normal que te hayas enfadado si lo viste de esta manera”.

- “Esto por lo que estás pasando parece muy estresante”.

- “Tuvo que ser muy duro para ti”.

- “Debes de sentirte muy triste”.

- “Comprendo tu punto de vista”.

- “Yo en tu lugar también estaría enfadada”.

- “Es terrible, tienes razón”.

- “Siento que tuvieras que pasar por esto”.

- Dar un abrazo.

- Intercambiar miradas comprensivas.

La empatía nos permitirá reconocer y abrazar la vulnerabilidad de quien tenemos delante y mostrarla al otro nos brindará la oportunidad de generar un clima de calma y serenidad, perfecto para avanzar en cualquier relación. Es la herramienta ideal para sentir que jugamos en un mismo equipo.

Cuando formamos parte del conflicto, es difícil el entendimiento y salir de nuestro dolor para comprender el de otra persona, pero es estos casos cuando más tenemos que usar la empatía.

Cuando alguien nos entiende, el dolor que sentimos pierde intensidad y eso hace que podamos ver las cosas con mayor claridad.


miércoles, 6 de agosto de 2025

Las organizaciones espirituales (II)


Este cuento está incluido en “La oración de la rana” de Anthony de Mello.

Cómo crecen las organizaciones espirituales

«En un determinado lugar de una accidentada costa, donde eran frecuentes los naufragios, había una pequeña y destartalada estación de salvamento que constaba de una simple cabaña y un humilde barco. Pero las pocas personas que la atendían lo hacían con verdadera dedicación, vigilando constantemente el mar e internándose en él intrépidamente, sin preocuparse de su propia seguridad, si tenían la más ligera sospecha de que en alguna parte había un naufragio. De ese modo salvaron muchas vidas y se hizo famosa la estación.

Y a medida que crecía dicha fama, creció también el deseo, por parte de los habitantes de las cercanías, de que se les asociara a ellos con tan excelente labor. Para lo cual se mostraron generosos a la hora de ofrecer su tiempo y su dinero, de manera que se amplió la plantilla de socorristas, se compraron nuevos barcos y se adiestró a nuevas tripulaciones. También la cabaña fue sustituida por un confortable edificio capaz de satisfacer adecuadamente las necesidades de los que habían sido salvados del mar y, naturalmente, como los naufragios no se producen todos los días, se convirtió en un popular lugar de encuentro, en una especie de club local. Con el paso del tiempo, la vida social se hizo tan intensa que se perdió casi todo el interés por el salvamento, aunque, eso sí, todo el mundo ostentaba orgullosamente las insignias con el lema de la estación. Pero, de hecho, cuando alguien era rescatado del mar, siempre podía detectarse el fastidio, porque los náufragos solían estar sucios y enfermos y ensuciaban la moqueta y los muebles.

Las actividades sociales del club pronto se hicieron tan numerosas, y las actividades de salvamento tan escasas que en una reunión del club se produjo un enfrentamiento con algunos miembros que insistían en recuperar la finalidad y la actividad originarias. Se procedió a una votación, y aquellos alborotadores, que demostraron ser minoría, fueron invitados a abandonar el club y crear otro por su cuenta.

Y esto fue justamente lo que hicieron: crear otra estación en la misma costa, un poco más allá, en la que demostraron tal desinterés de sí mismos y tal valentía que se hicieron famosos por su heroísmo. Con lo cual creció el número de sus miembros, se reconstruyó la cabaña... y acabó apagándose su idealismo. Si, por casualidad, visita usted hoy aquella zona, se encontrará con una serie de clubs selectos a lo largo de la costa, cada uno de los cuales se siente orgulloso, y con razón, de sus orígenes y de su tradición. Todavía siguen produciéndose naufragios en la zona, pero a nadie parecen preocuparle demasiado».


miércoles, 30 de julio de 2025

Pedir y aceptar ayuda


Fuente: “Somos fuerza” de Patricia Ramírez.

Hoy en día sobrevaloramos la independencia, a la que atribuimos un valor de fortaleza emocional. Ser capaces de hacer cosas por nosotros mismos es maravilloso, pero esto no puede llevarnos a dejar de contar con los demás y pedir ayuda.

Pedir ayuda, no nos confundamos, no es ser dependiente y ha sido siempre una forma de cooperar y sobrevivir. Somos seres sociales y nos necesitamos. La humanidad ha sobrevivido gracia a las ayudas mutuas.

Vivimos en una cultura con tintes individualistas en la que relacionamos responsabilidad y madurez con hacerlo todo solos, pero podemos ser personas maduras e independientes a pesar de que necesitemos ayuda o nos dejemos ayudar. La autosuficiencia no nos hace más válidos y no debemos sentir vergüenza ni pensar que dejarse ayudar es aprovecharse de los demás.

Pedir ayuda —delegar, que alguien te eche una mano, pedir trabajo, pedir dinero, pedir tiempo, pedir una oportunidad...— no es una debilidad. Nos da vergüenza, nos sentimos acomplejados al vernos dependientes de la ayuda de otros y nos sentimos fracasados, porque entendemos que una persona adulta tendría que poder resolver sola su situación. Nadie va a pensar que eres tonto o no sabes desenvolverte porque pidas ayuda. El que peor suele juzgarte eres tú. En cualquier caso, tenemos que tener en cuenta que los que no rodean no son adivinos y, si necesitamos ayuda, hemos de pedirla porque nuestro entorno no siempre sabe qué necesitamos. Quien pueda te ayudará, y quien no pueda, te lo dirá.

Aceptar ayuda es un rasgo de humildad. Hay personas altivas, excesivamente seguras, que creen saberlo todo y consideran que los demás pueden aportar poco a su vida. Durante una crisis, se debilitan, pero tratan de enmascarar su inseguridad con conductas de autosuficiencia e incluso con soberbia. Asocian dejarse ayudar con debilidad, vulnerabilidad y pérdida de control. Tal vez sea así. Cuando necesitamos ayuda es porque en ese momento de nuestra vida no podemos con todo, o no tenemos la solución, o necesitamos que nos presten un dinero del que no disponemos. Todos, en algún momento de nuestra vida, necesitamos que alguien nos ayude. En ocasiones, cuesta pedir ayuda, más que por orgullo, para no enfrentarnos a ese “te lo dije” que hace que nos sintamos aún más inseguros y equivocados.

En ocasiones, puede que la ayuda que te estén ofreciendo no te resuelva nada o incluso te incomode, pero la intención de quien la ofrece, aunque no esté acertado, es aliviar tu situación. Piensa desde la benevolencia. La mayoría de las veces, quien trata de ayudarte lo hace desde el aprecio o el amor a tu persona. No busca segundas intenciones. Agradece la ayuda, pero no te sientas obligado a aceptarla. Es mejor ser sincero, aunque pienses que le estás haciendo un feo a quien se ha ofrecido. Mentir, esquivar, evitar, solo incrementará tu malestar. Las personas que te ofrecen ayuda pueden entender que tengas un ritmo distinto. Diles que cuando te veas preparado contarás con ellas.

Pedir ayuda forma parte de la capacidad de adaptación, ese tesoro interno que forma parte de la inteligencia, que tenemos los seres humanos y nos permite evolucionar y ser lo que somos.


miércoles, 23 de julio de 2025

El poder de esculpir tu cerebro


Fuente: “Sé el escultor de tu mente: descubre el poder de la neuroplasticidad”. Boletín Informativo del Dr. Mario Alonso Puig.

La ilusión por la vida tiene un enorme impacto en la estructura de nuestro cerebro. Cuando estamos motivados y apasionados, nuestro cerebro responde físicamente: las células madre se convierten en neuronas, se forman nuevos circuitos y esto nos hace ser más creativos, inteligentes y emprendedores.

Santiago Ramón y Cajal lo intuía hace ya más de un siglo cuando dijo: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. Hoy, gracias a la Neurociencia, sabemos que esto es una realidad. Se llama neuroplasticidad a la capacidad del cerebro para cambiar, adaptarse y crecer en respuesta a los estímulos que recibe.

Cuando nos llenamos de ilusión, cuando encontramos algo que nos apasiona, no solo cambia cómo nos sentimos, sino cómo funciona nuestro cerebro. La clave está en alimentar esa chispa de motivación que nos impulsa a avanzar.

Cuando desarrollamos una mentalidad positiva, tenemos ilusión y pasión por las cosas, nuestro cerebro empieza a cambiar y nos resulta más fácil poder conseguir lo que anhelamos.

Debemos hacer a mendo el ejercicio de preguntarnos qué es lo que realmente nos llena de ilusión para poder enfocarnos en lo que es importante para nosotros. Cuanto mayor sea nuestra claridad mental, más fácil será encontrar las respuestas.

Cada vez que eliges la ilusión en lugar del desánimo, estás ayudando a tu cerebro a crear nuevas conexiones. Elige ser el escultor de tu propia mente.


miércoles, 16 de julio de 2025

Bienaventurados los pobres de espíritu

Una Bienaventuranza, también llamada macarismo, es un género literario al que se recurre en la Biblia para expresar una “felicitación” a las personas que, por tener una cualidad o una forma de conducta, están ligadas con Dios. Bienaventurado significa “muy privilegiado” o “dichoso”.

Tenemos más de un centenar de ejemplos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pero las bienaventuranzas más célebres son las nueve con que comienza Jesús de Nazaret el sermón de la montaña (Existe la discusión de si las bienaventuranzas son ocho o nueve).

Por medio de las bienaventuranzas, Jesús describió los valores con los que debemos vivir y cuál es la recompensa que por ello se recibirá en el Reino de los Cielos. Las bienaventuranzas son una sinopsis del resto del sermón que, en definitiva, concentra todas sus enseñanzas. En cierto modo, viene a ser como un mapa con las direcciones a seguir para poder encontrar a Jesús.

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
(Mt 5,3-12)

De todas las bienaventuranzas, la primera ha sido objeto de muchas interpretaciones a lo largo de la historia. Evidentemente, Jesús no utilizó la expresión “pobres de espíritu” para referirse a personas apocadas, tímidas, con falta de ánimo, valor o fuerza de voluntad… Su significado se adentra en una dimensión espiritual profunda que implica humildad, reconocimiento de la propia necesidad espiritual y dependencia de Dios.

Los pobres de espíritu son aquellas personas humildes, sencillas de corazón, que reconocen su propia insuficiencia espiritual y la necesidad de Dios. Es una pobreza del ego, una ausencia de arrogancia y autosuficiencia. No se trata de una falsa modestia, sino de una honesta autovaloración ante la grandeza divina.

Ser pobre de espíritu significa hacer la voluntad de Dios. Confiar en el Padre, reconocer su providencia y que todo lo que se tiene es un regalo. Es una actitud de apertura a la acción divina en nuestras vidas.

La expresión “pobre en espíritu” nos recuerda que la verdadera riqueza reside en la relación con Dios y en la búsqueda de la verdad, reconociendo nuestros errores y estando abiertos a aprender y crecer espiritualmente.

Finalmente, al reconocer nuestra propia fragilidad, desarrollamos una mayor sensibilidad hacia las necesidades de los demás y un deseo de compartir los dones recibidos: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mateo, 10-8).

«Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos».

“The chosen”. Segunda Temporada. Capítulo ocho.


miércoles, 9 de julio de 2025

El propósito de tu vida


 “People help the people”. Birdy.

El lunes pasado, día 7 de julio, “Si yo cambio, todo cambia” cumplió quince años. Al número quince se le llama “la niña bonita” porque, tradicionalmente, se consideraba que, al cumplir los quince años, se producía la transición de la niñez a la adolescencia, un momento de juventud y belleza, y comenzaba una nueva etapa de la vida.

“Si yo cambio, todo cambia” responde a mi necesidad de comunicar, independientemente de que haya personas que puedan leer sus entradas. Me resulta tan gratificante hacerlas, que no necesito la validación de los demás y la experiencia de elaborarlas es suficiente recompensa.

Este blog es para mí un modo de exploración interna; una manera de dar forma a mis ideas, sentimientos y emociones. Me permite ver el mundo desde diferentes ángulos y desarrollar mi propio pensamiento crítico; me lleva a la mejora y al crecimiento personal y, tal vez, alguna de sus entradas pueda ayudar a alguien. Tengo la certeza, además, de que es una pieza importante de mi propósito y de mi compromiso. Es por ello que, mientras pueda, seguiré adelante con el blog.

Ojalá nos encontremos aquí el año que viene. Gracias. Siempre.

Fuente: “¿Qué impacto tiene el propósito en tu vida?”. Boletín Informativo del Dr. Mario Alonso Puig.

«Nuestro propósito no se encuentra en el “por qué”, sino en el “para qué”. ¿Para qué estamos aquí? No es una pregunta fácil. ¿Cuántas personas anhelamos encontrar nuestro propósito en la vida, algo tan cercano y que tan pocas veces vemos? El propósito es una forma de vivir que conecta nuestro corazón con el verdadero sentido de la vida.

Todos hemos nacido con un propósito, algo único que podemos aportar al mundo. Cuando descubrimos que lo que hacemos tiene un impacto positivo en otras personas, algo dentro de nosotros se ilumina. Nuestro propósito está siempre conectado con los demás.

No debemos obsesionarnos con encontrar nuestro propósito, ya que no llega cuando lo buscamos con ansia, sino cuando preparamos el terreno para que se nos revele. La mejor manera de hacerlo es enfocándonos en cómo podemos ayudar a otras personas a mejorar sus vidas, aunque sea a través de gestos aparentemente pequeños (sonreír a una persona, aunque creamos que no se lo merece; dar un abrazo a alguien que lo necesita; perdonar a alguien que consideramos que nos ha ofendido…).

El propósito se nos revela cuando dejamos de centrarnos exclusivamente en nosotros, en lo que sentimos, en lo que necesitamos, en lo que queremos, en lo que anhelamos… y empezamos a incluir a los demás en nuestra ecuación.

Es cuando empezamos a caminar, cuando ese propósito empieza a ser revelado».


ALGUNAS ENTRADAS RELACIONADAS EN ESTE BLOG:

- No me doy por vencida (2024)
- Palabras como “vulanicos” (2023)
- ¡Despierta y vive! (2020)
- Mi propósito (2019)
- Un encuentro nada casual (2018)

miércoles, 2 de julio de 2025

Parientes tóxicos


Fuente: Cuenta de Instagram de Ele Buzz. “Frases / Reflexiones / Consejos / Animaciones by Ele Buzz”. Vídeo publicado el 16 de mayo de 2024.

«Lo que te voy a decir no será fácil de escuchar, pero, si estás pasando por esto, lo necesitas.

No puedes salvar a tus padres ni a tus hermanos. No puedes cambiar sus hábitos y hacer que vean lo que no quieren o no pueden ver. Entiende que no todos quieren cambiar, aunque estén en una mala situación según tu parecer. No puedes ayudar a alguien que no quiere cambiar, pero sí puedes arruinar tu vida intentándolo.

Tú decidiste cambiar y eso está muy bien. Crea tus propias relaciones saludables, un hogar saludable con hijos saludables y así romperás el ciclo. Esa es la mejor forma de honrar a tus padres. Podemos respetar a nuestros parientes aceptándolos en el lugar en el que se encuentran y podemos también amarnos y respetarnos a nosotros mismos conociendo nuestros límites y dejando ese deseo de salvarlos.

La sangre solo hace parientes. El amor hace familias. Un pariente tóxico puede hacer mucho daño solo con la única intención de que no avances.

No es la sangre, es el respeto, el apoyo, la confianza, el sacrificio, la honestidad, el compromiso, el amor y la lealtad lo que te hace familia».

En la publicación, clr.emilcesuarez hace el siguiente comentario:

«Es cierto que a veces nos encontramos en situaciones en las que deseamos ayudar a alguien, pero esa persona no está dispuesta o no puede recibir nuestra ayuda. A veces, incluso cuando tenemos una relación cercana con alguien, debemos reconocer que hay límites en nuestra capacidad de empatía. Es natural sentir dolor al ver a alguien que se está dañando o perjudicando, pero también debemos recordar que nuestro propio cuidado y bienestar son fundamentales.

El amor propio es crucial en estas circunstancias. Debemos ser empáticos con nosotros mismos y reconocer que no podemos salvar a todos. A veces, la mejor manera de ayudar es cuidar de nosotros mismos y establecer límites saludables.

Siempre es válido corregir y mejorar nuestras acciones si es necesario. Aprender y crecer es parte de la experiencia humana».