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miércoles, 16 de julio de 2025

Bienaventurados los pobres de espíritu

Una Bienaventuranza, también llamada macarismo, es un género literario al que se recurre en la Biblia para expresar una “felicitación” a las personas que, por tener una cualidad o una forma de conducta, están ligadas con Dios. Bienaventurado significa “muy privilegiado” o “dichoso”.

Tenemos más de un centenar de ejemplos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, pero las bienaventuranzas más célebres son las nueve con que comienza Jesús de Nazaret el sermón de la montaña (Existe la discusión de si las bienaventuranzas son ocho o nueve).

Por medio de las bienaventuranzas, Jesús describió los valores con los que debemos vivir y cuál es la recompensa que por ello se recibirá en el Reino de los Cielos. Las bienaventuranzas son una sinopsis del resto del sermón que, en definitiva, concentra todas sus enseñanzas. En cierto modo, viene a ser como un mapa con las direcciones a seguir para poder encontrar a Jesús.

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
(Mt 5,3-12)

De todas las bienaventuranzas, la primera ha sido objeto de muchas interpretaciones a lo largo de la historia. Evidentemente, Jesús no utilizó la expresión “pobres de espíritu” para referirse a personas apocadas, tímidas, con falta de ánimo, valor o fuerza de voluntad… Su significado se adentra en una dimensión espiritual profunda que implica humildad, reconocimiento de la propia necesidad espiritual y dependencia de Dios.

Los pobres de espíritu son aquellas personas humildes, sencillas de corazón, que reconocen su propia insuficiencia espiritual y la necesidad de Dios. Es una pobreza del ego, una ausencia de arrogancia y autosuficiencia. No se trata de una falsa modestia, sino de una honesta autovaloración ante la grandeza divina.

Ser pobre de espíritu significa hacer la voluntad de Dios. Confiar en el Padre, reconocer su providencia y que todo lo que se tiene es un regalo. Es una actitud de apertura a la acción divina en nuestras vidas.

La expresión “pobre en espíritu” nos recuerda que la verdadera riqueza reside en la relación con Dios y en la búsqueda de la verdad, reconociendo nuestros errores y estando abiertos a aprender y crecer espiritualmente.

Finalmente, al reconocer nuestra propia fragilidad, desarrollamos una mayor sensibilidad hacia las necesidades de los demás y un deseo de compartir los dones recibidos: “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mateo, 10-8).

«Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos».

“The chosen”. Segunda Temporada. Capítulo ocho.


miércoles, 9 de julio de 2025

El propósito de tu vida


 “People help the people”. Birdy.

El lunes pasado, día 7 de julio, “Si yo cambio, todo cambia” cumplió quince años. Al número quince se le llama “la niña bonita” porque, tradicionalmente, se consideraba que, al cumplir los quince años, se producía la transición de la niñez a la adolescencia, un momento de juventud y belleza, y comenzaba una nueva etapa de la vida.

“Si yo cambio, todo cambia” responde a mi necesidad de comunicar, independientemente de que haya personas que puedan leer sus entradas. Me resulta tan gratificante hacerlas, que no necesito la validación de los demás y la experiencia de elaborarlas es suficiente recompensa.

Este blog es para mí un modo de exploración interna; una manera de dar forma a mis ideas, sentimientos y emociones. Me permite ver el mundo desde diferentes ángulos y desarrollar mi propio pensamiento crítico; me lleva a la mejora y al crecimiento personal y, tal vez, alguna de sus entradas pueda ayudar a alguien. Tengo la certeza, además, de que es una pieza importante de mi propósito y de mi compromiso. Es por ello que, mientras pueda, seguiré adelante con el blog.

Ojalá nos encontremos aquí el año que viene. Gracias. Siempre.

Fuente: “¿Qué impacto tiene el propósito en tu vida?”. Boletín Informativo del Dr. Mario Alonso Puig.

«Nuestro propósito no se encuentra en el “por qué”, sino en el “para qué”. ¿Para qué estamos aquí? No es una pregunta fácil. ¿Cuántas personas anhelamos encontrar nuestro propósito en la vida, algo tan cercano y que tan pocas veces vemos? El propósito es una forma de vivir que conecta nuestro corazón con el verdadero sentido de la vida.

Todos hemos nacido con un propósito, algo único que podemos aportar al mundo. Cuando descubrimos que lo que hacemos tiene un impacto positivo en otras personas, algo dentro de nosotros se ilumina. Nuestro propósito está siempre conectado con los demás.

No debemos obsesionarnos con encontrar nuestro propósito, ya que no llega cuando lo buscamos con ansia, sino cuando preparamos el terreno para que se nos revele. La mejor manera de hacerlo es enfocándonos en cómo podemos ayudar a otras personas a mejorar sus vidas, aunque sea a través de gestos aparentemente pequeños (sonreír a una persona, aunque creamos que no se lo merece; dar un abrazo a alguien que lo necesita; perdonar a alguien que consideramos que nos ha ofendido…).

El propósito se nos revela cuando dejamos de centrarnos exclusivamente en nosotros, en lo que sentimos, en lo que necesitamos, en lo que queremos, en lo que anhelamos… y empezamos a incluir a los demás en nuestra ecuación.

Es cuando empezamos a caminar, cuando ese propósito empieza a ser revelado».


ALGUNAS ENTRADAS RELACIONADAS EN ESTE BLOG:

- No me doy por vencida (2024)
- Palabras como “vulanicos” (2023)
- ¡Despierta y vive! (2020)
- Mi propósito (2019)
- Un encuentro nada casual (2018)

miércoles, 2 de julio de 2025

Parientes tóxicos


Fuente: Cuenta de Instagram de Ele Buzz. “Frases / Reflexiones / Consejos / Animaciones by Ele Buzz”. Vídeo publicado el 16 de mayo de 2024.

«Lo que te voy a decir no será fácil de escuchar, pero, si estás pasando por esto, lo necesitas.

No puedes salvar a tus padres ni a tus hermanos. No puedes cambiar sus hábitos y hacer que vean lo que no quieren o no pueden ver. Entiende que no todos quieren cambiar, aunque estén en una mala situación según tu parecer. No puedes ayudar a alguien que no quiere cambiar, pero sí puedes arruinar tu vida intentándolo.

Tú decidiste cambiar y eso está muy bien. Crea tus propias relaciones saludables, un hogar saludable con hijos saludables y así romperás el ciclo. Esa es la mejor forma de honrar a tus padres. Podemos respetar a nuestros parientes aceptándolos en el lugar en el que se encuentran y podemos también amarnos y respetarnos a nosotros mismos conociendo nuestros límites y dejando ese deseo de salvarlos.

La sangre solo hace parientes. El amor hace familias. Un pariente tóxico puede hacer mucho daño solo con la única intención de que no avances.

No es la sangre, es el respeto, el apoyo, la confianza, el sacrificio, la honestidad, el compromiso, el amor y la lealtad lo que te hace familia».

En la publicación, clr.emilcesuarez hace el siguiente comentario:

«Es cierto que a veces nos encontramos en situaciones en las que deseamos ayudar a alguien, pero esa persona no está dispuesta o no puede recibir nuestra ayuda. A veces, incluso cuando tenemos una relación cercana con alguien, debemos reconocer que hay límites en nuestra capacidad de empatía. Es natural sentir dolor al ver a alguien que se está dañando o perjudicando, pero también debemos recordar que nuestro propio cuidado y bienestar son fundamentales.

El amor propio es crucial en estas circunstancias. Debemos ser empáticos con nosotros mismos y reconocer que no podemos salvar a todos. A veces, la mejor manera de ayudar es cuidar de nosotros mismos y establecer límites saludables.

Siempre es válido corregir y mejorar nuestras acciones si es necesario. Aprender y crecer es parte de la experiencia humana».


miércoles, 25 de junio de 2025

Comer conscientemente


Fuente: “Pensamientos cotidianos” de Omraam Mikhaël Aïvanhov.

Todo el mundo está de acuerdo en reconocer la importancia del alimento, de su calidad, de su frescor, pero ¿cuántos saben que todavía es más importante saber cómo comer? La mayoría se pasan las comidas discutiendo, gesticulando, peleándose, y en medio de todo eso, de vez en cuando se llevan un bocado a la boca. No ven en eso nada anormal, creen que en cualquier condición su organismo se encargará de recibir y de seleccionar los elementos necesarios para su buen funcionamiento. Pues no, se equivocan: todo tipo de problemas de hígado, de estómago, de intestinos o del sistema nervioso provienen de las condiciones en las que estamos habituados a comer. Alguno dirá: “¡Pero yo siempre he tenido una excelente digestión!”. Tanto mejor, ¿pero cuánto tiempo va a durar eso?...

Y hay que saber también que el alimento contiene unas fuerzas y unos elementos sutiles que solo una nutrición consciente nos permite recibir. Estos elementos, que pertenecen al plano etérico, al plano astral e incluso al plano mental, pueden ayudarnos a mejorar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, todo nuestro comportamiento. Pero solo si asociamos la conciencia al acto de comer.


miércoles, 18 de junio de 2025

Las tres preguntas

El escritor Joan Maragall (1860-1911), considerado uno de los padres de la poesía catalana modernista, publicó en 1905, en castellano, el artículo “Las tres preguntas”.

Este artículo lo leí por primera vez en un viejo libro, ya centenario, de mi padre: “Tercer libro de lectura” editado en 1924 por Seix y Barral Herms. Posteriormente, he buscado este relato en los fondos de la Biblioteca Nacional (Volumen IV de los Artículos de Joan Maragall).

«Cuando llegué a aquel punto de mi cuento en que para resolver el conflicto entra con toda su fuerza el gigante, la mayor de las niñas me interrumpió diciendo:

—¿Y éste era bueno o malo?

—¿Y todo eso es verdad? —preguntó enseguida la segunda.

—¿Y qué más? —repuso la tercera ávidamente.

Quedé espantado. La moral, la ciencia y la poesía me proponían secamente el triple enigma. —¡Descíframe o te devoro! —parecían decirme. […]

¿Qué iba a decir, pobre de mí, a aquellas criaturas? El cuento yo lo inventaba a medida de contarlo, y: “¿Qué más?”. Para las niñas era una realidad superior que yo mismo no tenía ya el derecho de destruir; pero: “¿Era verdad todo aquello?”. El gigante había de obrar como un gigante: “¿Son buenos, son malos, los gigantes?”.

Y dije a la mayor:

—Hija mía, no quisiera que entrases en el mundo viendo a los hombres así, partidos en dos rebaños: unos todos blancos, otros todos negros; aquéllos buenos, éstos malos. Una tal visión sólo Dios puede tenerla, pero su sabiduría ha dicho al hombre: No jugarás. Y aun de Él mismo se dice que vendrá a juzgar, no a los buenos y a los malos, sino a los vivos y a los muertos; y aunque en un cierto modo general se entienda que los vivos serán los buenos y los muertos serán los malos, porque aquella vida y aquella muerte sean las de la gracia, yo no sé qué otro sentido más profundo y misterioso se adivina en tal vida y en tal muerte que no se encuentra desde luego en las palabras bondad y maldad.

Hay en tu corazón un santo impulso que te mueve a acoger en ti o a repeler los actos humanos según ellos sean, y conforme a esta atracción o a esta repulsión los llamarás, inocentemente, buenos o malos; mas, al hombre que los ejecuta, tu corazón temblará de juzgarlo por bueno o por malo en sí, por vivo o por muerto ante Dios.

El homicidio te será siempre odioso en justicia; pero con el homicida, ¡cuidado! Cada hombre es un secreto de Dios, y tú no violarás el Santuario. Los hombres podrán juzgar al hombre según sus leyes, pero el divino juicio, ¿quién lo usurpará? Condenarás a un hombre a una pena civil por un acto suyo; nunca podrás decir si él es bueno o malo.

Muchas veces he notado en ti esta propensión a formar un juicio definitivo, no sólo de cada hombre, sino de los grupos que ellos forman; y así, si has oído de dos pueblos que estaban en guerra, has preguntado en seguida, cuál era el bueno y cuál el malo, y lo mismo de los bandos y partidos de un mismo pueblo y de las clases sociales en general, como si hubiera en ti un anhelo de clara justicia y de poner todo tu corazón de una sola parte, o bien que, nueva en la vida, y tímida por tanto, quisieras saber enseguida en quién y en quién no podías fiar.

Pues yo te digo: fía en tu corazón para con todos; y donde él te falte, en ninguno; porque nadie hay tan bueno que no pueda engañarte, ni nadie malo que no sea tu hermano. Y de todos te digo como de este gigante del cuento, que él obrará como gigante que es, y tú le conocerás por sus obras, pero nunca bastante para que no estés dispuesta a mudar de sentimiento a cada una que emprenda.

La niña quedó confusa, y hasta me pareció que conmovida, pero no sé si del todo segura.

Y entonces dije a la segunda:

—Sí, todo lo que te he contado es verdad, pero no vayas a creer que es una verdad como esta mesa y estas sillas; porque hay un mundo que vemos y otro que no vemos, y tanta verdad es el uno como el otro, y aun, cuando tú seas mayor, quizá comprendas que muchas cosas que no vemos son más verdaderas que esta mesa y que estas sillas.

Pues bien, los cuentos suceden en el mundo que no vemos, y en él tienen una realidad muy firme. Yo te he visto a veces en el jardín estar entre cosas verdaderas, como son los árboles, las flores, las paredes y otros muchos objetos que se ven y se tocan, y sin embargo, he observado en tus ojos como un alejamiento de todas estas cosas; que las mirabas y no las veías, que las tocabas y no hacías ningún caso de ellas, porque tal vez pensabas en los juegos de ayer o en tus juegos de mañana que ya no te estaban presentes o que todavía nunca lo habían estado ni quizás lo estarían, pero que su verdad es tan fuerte en ti que te privaba de ver lo que te estaba delante y de sentir lo que tenías en la mano; de modo que para ti entonces más verdad era aquello que esto.

Y aun te haré notar que cuando juegas con tu muñeca ves en ella algo que no está en la muñeca misma; y cuando arreglas las sillas de modo que juntadas parezcan un coche, ves el coche y no ves las sillas; y cuando tiras de la cuerda colgada de la pared y dices tus hermanos: “Ahora suena la campana”, ellos y tú la oís sonar, aunque aparentemente no haya tal campana, pero que si la hubiera no la oiríais mejor ni con tanto deleite; y es que aquella campana que no está, suena en un mundo en el que viven en aquel instante todos los que a ella juegan; y dime si no es aquélla, para ti, una vida más fuerte y verdadera que ésta en que andamos y comemos.

Pues así mismo es el mundo de los cuentos y la verdad de los cuentos. Y si me preguntas para qué sirven este mundo y esta verdad y estos cuentos, te diré que sirven para vivir del todo; porque no es sólo el cuerpo lo que tenemos, ni sólo de pan vive el hombre.

Creerás, pues, que son verdad todos aquellos cuentos que te parezca que te hacen vivir más y mejor, aquellos que tú quisieras vivir en ellos, aquellos de los que interiormente te digas: “Esto debería ser”; porque desde el momento en que lo dices, aquellos cuentos son; y te diré más; que, en una forma u otra, en tu vida aquellos cuentos serán tan reales como esta mesa y estas sillas.

Pero si un cuento que te cuentan no lo sientes pasar en tu alma, si no aumenta tu vida, si más bien parece que te estorba de vivir, no lo escuches, olvida lo contado, ríete de él, porque aquel cuento no es verdad; y aún más te diré: que, aunque fuera una cosa sucedida, desde el momento en que interiormente lo contradijeras y repugnaras, aquel cuento, aquel hecho ya no sería verdad. ¿Comprendes ahora, hija mía, la verdad de los cuentos?

La niña bajó la cabeza y sonrió callando.

—Bueno, ¿y qué más? —saltó al fin la pequeña, cuya sed de cuento, adormecida un poco por las palabras de mi digresión, despertó violenta en el silencio. Mi numen cuentista estaba agotado o distraído; pero como nunca a los niños se les debe dejar un cuento sin acabar, corté por lo sano y dije apresuradamente:

—Pues que entró el gigante, y como traía mucha hambre, se los comió a todos. Y colorín colorado, este cuento está acabado.

—Es muy corto. ¡Otro! —pidió la implacable.

—Sí; pero… otro día —dije levantándome.

Conocí que la inocente esfinge de tres cabezas no había quedado satisfecha; pero como le di la esperanza no me devoró. Y comprendí que, merced a eso, vamos viviendo, y que así marcha el mundo, y que siempre falta un cuento que contar a los niños y a los hombres».


miércoles, 11 de junio de 2025

El Príncipe de este mundo

Fuente: “Hermón. Caballo de Troya 6” de Juan José Benítez.

En un proyecto secreto, dos pilotos de la USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) viajan en el tiempo al año 30 de nuestra era, a la provincia romana de Judea, para seguir los pasos de Jesús de Nazaret y comprobar cómo fueron sus últimos días.

Fascinados por la figura y el pensamiento de Jesús de Nazaret, deciden acompañar al Maestro durante su vida pública. Para ello deben actuar al margen de lo establecido oficialmente en la operación denominada “Caballo de Troya”. Jasón y Eliseo, nombres por los que son conocidos los pilotos, retroceden al mes de agosto del año 25. Buscan a Jesús y lo encuentran en el monte Hermón donde, a punto de cumplir 31 años, ha “recuperado” su divinidad y es un Hombre-Dios, es decir, ha sido consciente y ha asumido su genuina naturaleza divina.

Jesús se encontraba solo en el monte Hermón. Tenía su campamento en un claro de un bosque de cedros al pie de la montaña. Los pilotos permanecieron con Él cuatro semanas. Todos los días, Jesús se marchaba al amanecer hacia los ventisqueros y solía volver sobre las tres o las cuatro de la tarde. Sólo en tres ocasiones Jesús los invitó a que subieran con Él y lo acompañaran. Siempre volvía alegre, renovado, casi transfigurado… y, tras la cena, todas las noches, las ansiadas tertulias…

Al amanecer del domingo 9 de septiembre del año 25, el Galileo advirtió a Jasón y Eliseo, con rostro severo, que tenía que dejarlos por unos días, pues tenía que ocuparse de los asuntos de su Padre. Los pilotos se alarmaron porque ni su tono ni su semblante eran los habituales, parecía muy preocupado, pero les dijo que esperaran tranquilos.

Jesús regresó al campamento hacia las tres de la tarde del día 16 de septiembre. Era un Jesús distinto. Radiante. La habitual y penetrante luz de sus ojos aparecía ahora multiplicada y les comunicó que se había hecho la voluntad de Ab-bā y ahora era el príncipe de este mundo. Esa noche, la última en el Hermón, cálido y eufórico, tras la cena, explicó el porqué de su repentino y dilatado aislamiento en la cumbre del Hermón.

«…Y el Galileo, ansioso por compartir su aventura en la soledad de las nieves, inició así sus aclaraciones:

—Os contaré un cuento…

Hace tiempo, mucho tiempo, el Gran Dios encomendó a uno de sus Hijos la creación de un nuevo universo. Y ese Hijo construyó un magnífico reino, repleto de estrellas y mundos. Era un universo inmenso.

Y aquel Hijo gobernó con amor y sabiduría durante miles y miles de años.

Pero ocurrió algo…

Cierto día, en una apartada región, varios de los príncipes a su servicio, jefes de otros tantos mundos, decidieron rebelarse contra la autoridad del Hijo y soberano. No creyeron en su forma de gobierno e incitaron a otros príncipes próximos a manifestarse contra lo establecido. E intentaron formar su propio reino, rechazando al monarca y, en definitiva, al gran Dios.

El Hijo, echando mano del amor y la misericordia, trató de reestablecer el orden. Fue inútil. Los rebeldes empeñados en el error, despreciaron todo intento de reconciliación.

Finalmente, ese Hijo divino tomó una decisión: viajaría de incógnito hasta los lejanos mundos de los infractores, haciéndose pasar por un modesto carpintero. Escogió unos de los planetas y allí nació como un hombre más. Y así vivió, sujeto a la carne, y enseñando la verdad a las gentes. Les mostró quién era en realidad el gran Dios. Habló del espléndido futuro que les aguardaba y, sobre todo, recordó que eran hijos de ese maravilloso Padre.

Pero la fama de aquel Hombre-Dios terminó llegando a oídos de los príncipes rebeldes. Y sucedió que, en cierta ocasión, cuando el carpintero oraba en lo alto de una montaña nevada, dos de los traidores se presentaron ante él, sometiéndolo a toda clase de preguntas.

—¿Quién eres…? ¿Cómo te atreves a hablar de ese Dios?... ¿Quién te envía?

Por último, convencidos de que se hallaban ante el Hijo y soberano el universo, le hicieron una proposición:

—¡Únete a nosotros!

Y el Hijo replicó:

—Hágase la voluntad del Padre.

Los rebeldes, derrotados, se retiraron. Y todo el universo, pendiente de aquella entrevista, elogió la misericordia del Hijo y soberano.

Desde entonces, el Dios disfrazado de hombre y carpintero ostentaría también el título de Príncipe de la Tierra.

Terminada la historia, el Maestro descendió a los detalles. Esto fue lo que acertamos a intuir:

Tiempo atrás, mucho tiempo atrás, en una minúscula región de su universo (en la nuestra), tuvo lugar una insurrección, más o menos expuesta en el cuento. Mejor dicho, en el supuesto cuento.

Un viejo conocido de los humanos —Luzbel—, jefe de esa casi insignificante parcela de la galaxia, se alzó contra el orden establecido, protestando por el largo camino exigido para llegar al Paraíso. Al parecer, calificó esa “marcha” de “fraude total”, dudando, incluso, de la existencia de Ab-bā. La rebelión, sin embargo, no alcanzó excesivo éxito. Solo treinta o cuarenta mundos la secundaron. La Tierra fue uno de ellos.

Pues bien, no deseando acudir a métodos más severos —a los que tenía legítimo derecho—, el magnánimo Hijo Creador de este universo optó por encarnarse y “camuflarse” entre las más modestas criaturas. Justamente entre las que habitaban en uno de esos mundos en rebeldía. Y se hizo hombre. Y vivió como tal anunciando a los infelices súbditos de los príncipes rebeldes dónde estaba la verdad y quién era Ab-bā.

Pero la naturaleza divina del humilde carpintero no pasó desapercibida para los jefes planetarios que encabezaban la insurrección y dos de ellos —un alto representante del Luzbel y el propio príncipe del mundo seleccionado por el Hijo divino— acudieron a su presencia. Y lo hizo en aquellos días de septiembre y en aquel lugar. Esta, probablemente, fue la razón del súbito ensombrecimiento del Hijo del Hombre cuando se alejó del mahaneh (campamento). Él sabía lo que le aguardaba en la soledad de los ventisqueros. Sabía que estaba a punto de ofrecer una nueva oportunidad a sus hijos descarriados.

Y se sometió, dócil, a los interrogatorios y proposiciones.

Pero, como decía el “cuento”, sólo se sometió a la voluntad de su Padre.

Por último, estos seres no materiales —creados por el propio Hijo divino en luz y perfección— se retiraron derrotados.

Y el universo de Jesús de Nazaret —según sus palabras— asistió perplejo y conmovido a la “batalla dialéctica”.

En esos momentos —y sigo transmitiendo sus explicaciones—, el Hijo el Hombre, por expresa voluntad de Ab-bā, fue investido como Príncipe de este mundo. Un título especialmente importante, según Él.

A partir de ese suceso —afirmó—, la rebelión quedó “lista para sentencia”. Al rechazar, una vez más, su misericordia, la suerte de todos ellos depende ahora de “otras instancias”. Y así sigue.

Esto, ni más ni menos, fue lo acaecido en el Hermón en aquellos días. Unas jornadas trascendentales en las que, no obstante, no llegamos a percibir nada extraño, salvo la ya referida y grave actitud del Maestro. La explicación era simple: esa “batalla” no se desarrolló a nivel físico. En otras palabras: aunque lo hubiéramos acompañado a los ventisqueros, nada habríamos visto ni tampoco oído… [...]

[...] Según el Maestro, una de las razones de la violencia y primitivismo de la Tierra hay que buscarla, justamente, en las consecuencias de esa desgraciada rebelión. Al traicionar las leyes divinas, nuestro mundo, como el resto de los planetas que se levantó contra Ab-bā, quedó automáticamente incomunicado y sumido en la oscuridad y barbarie. Y, “técnicamente”, así continúa. Solo cuando la “cuarentena” sea levantada, la humanidad —esta infeliz humanidad— recuperará la normalidad.

Naturalmente, le preguntamos: ¿cuándo llegará ese venturoso día? La respuesta fue rotunda:

—Cuando los rebeldes sean juzgados… Pero eso no está en mis manos.

Lo que sí estaba al alcance del Hijo del Hombre era consolar e iluminar a las criaturas que padecen —y padecerán— este aislamiento. Y escogió uno esos mundos en rebelión, sembrando la semilla de la esperanza: Ab-bā existe. Ab-bā espera. Ab-bā os ama…».

Lo ocurrido en el Hermón no fue una tentación propiamente dicha. Fue un acto de amor. Otro más de aquel magnífico Hombre.


miércoles, 4 de junio de 2025

Buscar en lugar equivocado (II)


Fuente: “Pensamientos cotidianos” de Omraam Mikhaël Aïvanhov.

A los pobres humanos se les bombardea continuamente con publicidad sobre casas, coches, aparatos domésticos, alimentos, vestidos y toda clase de productos, para persuadirles de que realmente los necesitan. Se diría que quieren impedirles tomar contacto con el mundo espiritual en donde encontrarían la luz, el amor y la paz, que necesitan todavía más. Se ignora tanto al mundo espiritual, se le desdeña tanto que raros son los seres capaces de sentir que es allí donde deben buscar los elementos necesarios para su supervivencia. La mayoría se están muriendo ahogados, intoxicados, asfixiados.

Hay que dejar de hacerse ilusiones. Aunque el progreso material les facilita la vida, no aportará la felicidad a los humanos, e incluso puede conducirlos a su perdición. Solo encontrarán la salvación si se esfuerzan por entrar en contacto con el mundo de la luz, donde su alma y su espíritu pueden por fin respirar y alimentarse. Cuando meditamos, cuando rezamos, no tocamos nada que sea material; en apariencia, todo está vacío, pero es en este “vacío” donde nuestra alma y nuestro espíritu se realizan y encuentran la plenitud.


miércoles, 28 de mayo de 2025

La paciencia


Fuente: “Somos fuerza” de Patricia Ramírez.

«La paciencia es la habilidad de esperar desde la serenidad. La paciencia no es un don. Es un valor que tiene relación con la virtud de la fortaleza y que todos podemos entrenar. No digas “yo soy así” para justificar tu impulsividad, tu prisa y tu falta de paciencia. Tal vez eres así hoy, pero puedes dejar de ser así si entrenas.

Ser pacientes nos ayuda a disfrutar más del presente, a no ser esclavos de la inmediatez a la que nos vemos sometidos a diario.

Las personas pacientes sufren menos ansiedad y son menos irascibles. Piensa: ¿podrías haber hecho menos cosas el año pasado, pero disfrutando más mientras las hacías?

¿Qué se puede hacer para desarrollar más este valor?

Toma conciencia. ¿En qué momentos, con qué personas, con qué actividades sueles perder la paciencia? ¿En las colas de los supermercados? ¿Cuando tienes a un torpón conduciendo delante de ti? ¿Cuando tus hijos no obedecen en casa? ¿Cuando tu pareja dice de salir a las cinco y a las cinco menos diez aún no se ha metido en la ducha? ¿Cuando tu madre te da consejos continuamente sobre cómo tienes que educar a tus hijos a pesar de que sabe que no compartes su manera de educar? Es importante tomar conciencia de los momentos en los que perdemos la paciencia para así poder prevenirlos. Se previenen anticipándonos.

Planifica tu entrenamiento paciente. Elige actividades en las que a partir de ahora decidas ser paciente y escríbelas. Se trata de que decidas cuál es el comportamiento paciente para las situaciones que has descrito. Ensáyalas en tu mente. Imagínate comportándote de esa manera paciente en situaciones en las que sueles perder la paciencia. Disfruta de tu opción B. La opción A es la impaciencia. Y piensa que esa opción B también te representa; incluso te va a representar más a partir de hoy. No trates de cambiar todas las situaciones de golpe. Empieza solo por una, por la que más te apetezca.

Cambia tu etiqueta. A partir de ahora eres una persona paciente, aunque no lo practiques durante el día. Las etiquetas condicionan tu forma de actuar. Así que cuanto más te lo repitas, antes empezarás a actuar así.

Aprende a realizar todo a un ritmo más bajo. Eso no significa que tengas que ser lento ni dejado, solo que bajes un poco el ritmo. Habla, come, camina, respira, lee… más despacio, como si no tuvieras prisa. Porque a pesar de que tengas muchas cosas pendientes, ir rápido te llevará a cometer más errores, no a resolverlos antes. Recuerda el dicho: vísteme despacio que tengo prisa.

Medita. Meditar nos ayuda a serenar la mente y apreciar el momento presente. Descubrimos la inmensidad de la vida y nuestra pequeñez aumentando la contemplación y reduciendo el activismo. Y estos beneficios no solo los sientes en el acto mismo de meditar, sino que el cerebro es capaz de asimilarlos y se transforma.

Dedica tiempo a no hacer nada. Solo observar. La tarea de observar, a pesar de que al principio creas que estás perdiendo el tiempo, conseguirá relajarte. La idea de “En este momento no tengo que hacer nada, ni siquiera con mi mente, solo observar” puede ser muy relajante. Una persona paciente es capaz de llevar a cabo este ejercicio sin desesperarse».

Los valores nos definen. Son la imagen de lo que deseamos ser, de cómo queremos vivir, de cómo nos queremos comprometer.

Recuerda: los valores están al alcance de cualquier persona. No dependen de poder, fama, dinero, cultura…, dependen del corazón y nunca pasan de moda.


miércoles, 21 de mayo de 2025

El grano de mostaza


Fuente. “101 cuentos clásicos de la India”. Recopilación de Ramiro Calle.

Una mujer, deshecha en lágrimas, se acercó hasta el Buda y, con voz angustiada y entrecortada, le explicó:

—Señor, una serpiente venenosa ha picado a mi hijo y va a morir. Dicen los médicos que nada puede hacerse ya.

—Buena mujer, ve a ese pueblo cercano y toma un grano de mostaza negra de aquella casa en la que no haya habido ninguna muerte. Si me lo traes, curaré a tu hijo.

La mujer fue de casa en casa, inquiriendo si había habido alguna muerte, y comprobó que no había ni una sola casa donde no se hubiera producido alguna. Así que no pudo pedir el grano de mostaza y llevárselo al Buda.

Al regresar, dijo:

—Señor, no he encontrado ni una sola casa en la que no hubiera habido alguna muerte.

Y, con infinita ternura, el Buda dijo:

—¿Te das cuenta, buena mujer? Es inevitable. Anda, ve junto a tu hijo y, cuando muera, entierra su cadáver.

El Maestro dice: Todo lo compuesto, se descompone: todo lo que nace, muere. Acepta lo inevitable con ecuanimidad.


miércoles, 14 de mayo de 2025

Hijo del Hombre


Fuente: “Hermón. Caballo de Troya 6” de Juan José Benítez.

En un proyecto secreto, dos pilotos de la USAF (Fuerza Aérea Norteamericana) viajan en el tiempo al año 30 de nuestra era a la provincia romana de Judea para seguir los pasos de Jesús de Nazaret y comprobar cómo fueron sus últimos días.

Fascinados por la figura y el pensamiento de Jesús de Nazaret, deciden acompañar al Maestro durante su vida pública. Para ello deben actuar al margen de lo establecido oficialmente en la operación denominada “Caballo de Troya”. Jasón y Eliseo, así son conocidos los dos pilotos, retroceden al mes de agosto del año 25 de nuestra era. Buscan a Jesús y lo encuentran en el monte Hermón, permaneciendo con Él durante cuatro semanas.

El siguiente diálogo entre Jesús de Nazaret, Jasón y Eliseo se produce, al amor de un buen fuego, tras la cena del día 20 de agosto del año 25 en el campamento situado a los pies del monte Hermón. Con el fin de no hacer demasiado extensa la entrada, he omitido algunas frases que no afectan al mensaje recogido.

[…] —Señor —terció el ingeniero—, ¿qué es lo que has perdido en estas montañas? ¿Por qué dices que has venido a recuperar lo que es tuyo?

El Hijo del Hombre, consciente de lo que se disponía a revelar, meditó las palabras. Echó mano de una de las ramas y jugueteó con el pacífico fuego. Después, grave, en un tono que no admitía duda alguna se expresó así:

—Hijo mío, lo que voy a comunicarte no es de fácil comprensión para la limitada y torpe naturaleza humana. Sois los más pequeños de mi reino y entiendo que tu mente se resista...

Jesús prosiguió:

—De acuerdo a la voluntad de mi Padre, ha llegado el momento de restablecer en mí mismo la auténtica identidad del Hijo del Hombre. Mi verdadera memoria, voluntariamente eclipsada durante esta encarnación, ha vuelto a mí… Y con ella, mi “otro espíritu”.

Y durante un largo rato descendió a los detalles, informando del porqué de su presencia en este mundo.

Al parecer —según dijo—, esa era la voluntad de su querido Ab-bā, su Padre Celestial. Él, como Hijo de Dios, debía vivir, conocer y experimentar de cerca la existencia terrenal de sus propias criaturas. Eso era lo establecido. Ese requisito resultaba vital e imprescindible para alcanzar la absoluta y definitiva soberanía como Creador de su universo. Ese, en suma, era el precio para lograr la definitiva entronización como rey de su propia creación.

—Entonces, si no he comprendido mal —terció el ingeniero—, tú eres un Dios... “camuflado”.

El Maestro, descabalgado, rio con ganas.

—¿Un Dios escondido?... Sí, de momento... Y os diré más. Aunque tampoco es fácil de asimilar, de acuerdo con otros de los designios de Ab-bā, otro de los objetivos de esta experiencia humana consiste en “vivir” la fe y la confianza que yo mismo, como Creador, solicito de mis hijos respecto a ese magnífico Padre.

—Tu encarnación en este planeta obedece a eso, a la necesidad de experimentar... —musitó Eliseo.

—Es el plan divino. Solo así puedo llegar a ser íntima y realmente misericordioso.

Y me atreví a profundizar en lo que ya sabía:

—Si no he comprendido mal, tú, Señor, no estás aquí para redimir a nadie...

Sencillamente, negó con la cabeza. Y afirmó:

—El Padre no es un juez. El padre no lleva esa clase de cuentas. ¿Por qué exigir responsabilidades a unas criaturas que no tienen culpa? Cada uno responde de sus propios errores...

Y Jesús, señalándonos entonces con el dedo, remachó:

—Estad, pues, atentos y cumplid vuestra misión: debéis ser fieles mensajeros de cuanto digo. Que el mundo, vuestro mundo, no se confunda.

Mensaje recibido.

—Conocer de cerca a tus criaturas. Vivir y experimentar en la carne. Pero, Maestro, ¿qué puedes aprender de nosotros?, ¿qué hay de bueno en unos seres tan mezquinos, brutales, necios, primitivos...?

El Galileo le interrumpió.

—¡Dios!

—¿Dios?

—Así es. Esa es otra de las razones, la gran razón, por la que he descendido hasta vosotros. Revelar a Ab-bā. Recordar a estas, y a todas las criaturas de mi reino, que el Padre reside, per-so-nal-men-te, en cada espíritu.

Eliseo, en esos momentos, no se percató de la importancia de la revolucionaria afirmación del Galileo. Y se desvió:

—¿Otras criaturas? Pero, ¿cómo otras criaturas? ¿Dónde?

—Acabo de decírtelo: estás en los comienzos de una venturosa carrera hacia el Padre. Algún día lo verás con tus propios ojos. La creación es vida. No reduzcas al Padre a las cortas fronteras de tu percepción.

—¿Estás diciendo que ahí fuera hay vida inteligente?

—Mírame... ¿Me consideras inteligente?

Eliseo, aturdido, balbuceó un “sí”.

—Pues yo, hijo mío, procedo de “ahí fuera”, como tú dices…

Eliseo, descolocado, cayó en un profundo mutismo. Aproveché el silencio de mi compañero y me centré en otra de las insinuaciones del Maestro.

—Tu reino... ¿Dónde está? ¿En qué consiste?

Jesús extendió los brazos. Abrió las palmas de las manos y me miró feliz.

—Aquí mismo...

Después, levantando el rostro hacia la “Vía Láctea” añadió:

—Ahí mismo...

—¿El universo es tu reino?

—No, querido Jasón —matizó con aquella infinita paciencia—, los universos tienen sus propios creadores. El mío es uno de ellos.

Eliseo, de ideas fijas, comentó casi para sí:

—¡Muchos Dioses!... Y tú, ¿eres grande o pequeñito?

El Maestro y yo cruzamos una mirada. Y, sin poder remediarlo, terminamos riendo.

—En los reinos de mi Padre, no hay grandes ni pequeñitos... El amor no distingue. No mide.

—Señor —pregunté—, esas criaturas, las que dices que también forman parte de tu reino, ¿son como nosotros? ¿Necesitan igualmente que les recuerdes quién es el Padre?

—Toda la creación vive para alcanzar y conocer a Ab-bā. Esa es la única, la sublime, la gran meta... Algunos, como vosotros, están aún en el principio del principio. Ellos, no lo dudéis, están pendientes de este pequeño y perdido mundo. Lo que aquí está a punto de suceder los llenará de orgullo y de esperanza.

Extrañas y misteriosas palabras.

—¿Y por qué nosotros? —atacó de nuevo el incansable ingeniero—. ¿Por qué has elegido este remoto planeta?

—Eso obedece a los designios del Padre..., y a los míos, como Creador. En su momento te hablaré de las desdichas de este agitado y confundido mundo. Nada, en la creación, es fruto del azar o de la improvisación.

—Entonces, Señor, tú vas por tu reino, por tu universo, revelando al Padre... ¿Ese es tu trabajo?

—Sí y no... Entrar a formar parte de la vida de mis criaturas, como te dije, es una exigencia para todo Hijo Creador. Antes de esta encarnación, por ejemplo, yo he sido ángel... Y también me he sometido voluntariamente a la naturaleza de otros seres a mi servicio. Otros seres que tú, ahora, ni siquiera imaginas.

—¿Tú has sido un ángel?... Pero, ¿cómo?

—Hijo mío, ¿puedes explicar a los hombres de este tiempo de dónde vienes y cómo lo haces?

Eliseo negó con la cabeza.

—Pues bien, deja que el conocimiento y la revelación lleguen a su debido tiempo. Disfruta de la maravillosa aventura de la ascensión hacia el Padre. Nada quedará oculto..., pero ten fe. Aguarda confiado.

Y Jesús puso el dedo en la llaga.

—Dime: ¿crees en lo que te digo?

Esta vez me uní a la rotunda afirmación de Eliseo.

—Absolutamente, Señor...

—Entonces, dejadme hacer. Mi Padre “sabe”. No lo olvidéis...

En agosto del año 25, durante su estancia en el Hermón, a punto de cumplir 31 años, Jesús de Nazaret, nuestro Creador, recuperó lo que era suyo y fue consciente de su verdadera naturaleza divina. Hasta entonces, vivió como un ser humano normal y corriente. Fueron años turbulentos. “Algo” férreo e invisible lo impulsaba hacia el gran Padre Azul. Él mismo, antes de su encarnación, se impuso esta condición. Solo así le fue posible vivir, sufrir y experimentar la naturaleza humana.

Una vez asumida su genuina naturaleza divina, el Maestro pudo haber abandonado el mundo de su encarnación. Conocía al hombre y, de haber regresado a su lugar, habría recibido la soberanía de le pertenecía, pero, una vez más, se sometió a la voluntad del Padre y siguió con nosotros para hablarnos de Él y encender la luz de la verdad.


miércoles, 7 de mayo de 2025

Muestra tus emociones


Fuente: “¿Por qué no soy feliz” de Silvia Álava.

Nuestro instinto animal nos incita a ocultar nuestra vulnerabilidad como una forma de protegernos. A este hecho se le añade las falsas creencias de que en la vida es mucho mejor no mostrar las emociones y que, si mostramos lo que sentimos, se nos va a tachar de débiles o blandos.

En primer lugar, ocultando las emociones perdemos una información muy útil para entender lo que nos ocurre y tomar buenas decisiones. Cuando negamos las emociones, nos autoengañamos diciéndonos que estamos bien, que no nos ocurre nada, pero las emociones no desaparecen y terminan mostrándose en forma de enfermedades somáticas (molestias gastrointestinales, dolores de cabeza, erupciones en la piel…) cuya causa no es orgánica. No es que algo no funcione bien en nuestro organismo, sino que la causa es emocional: lo que estamos sintiendo de manera continuada irrita de tal modo al organismo que termina enfermando. El dolor es el mismo que cuando hay una causa física, pero el origen está en los sentimientos y, por tanto, es ahí donde tenemos que incidir para solucionarlo. Podemos parchearlo con analgésicos y otros medicamentos, pero, sin trabajar el origen, es imposible que lo solucionemos.

En segundo lugar, hay que ser muy fuertes y valientes para mostrar que somos de carne y hueso, que no somos de piedra, que somos vulnerables, que estamos hechos de emociones y que somos capaces de enseñar lo que sentimos. Es normal sentir tristeza, enfado, frustración… No somos, por ello, menos que nadie y no debemos juzgarnos por sentirnos así ni cambiar para satisfacer a nadie.

Estamos poco acostumbrados a fijarnos en lo que sentimos, a tratar de interpretarlo, a darle un nombre y una explicación. No es una tarea fácil para la que, además, apenas hemos recibido entrenamiento.

Todos podemos aprender a interpretar nuestras emociones para entender qué nos ocurre, pero, antes, nos tenemos que permitir sentirlas porque no es posible poner el cerebro en modo “emoción apagada”. El cerebro humano viene preparado para sentir. Nuestras emociones nos afectan mucho más de lo que pensamos y no debemos taparlas ni ignorarlas.

Cuando somos incapaces de manifestar, leer y procesar nuestra emociones, nos convertimos en analfabetos emocionales que, incluso, carecemos del léxico necesario para nombrar lo que sentimos. Las habilidades emocionales se aprenden y se pueden mejorar con independencia de la edad. Todos podemos mejorar. ¿Por qué no aprendemos a manejar las emociones para ponerlas a nuestro favor?


miércoles, 30 de abril de 2025

El cucharón

Adaptación del cuento que circula en las redes sociales. Desconozco su autor/a.

Pablo y Marta compartían apartamento. Ellos siempre insistían en que solo eran compañeros de piso.

Un día, Pablo invitó a su madre a cenar al apartamento. Durante la cena la madre pudo observar lo guapa y hermosa que era Marta. Durante mucho tiempo, había tenido la sospecha de que su hijo tenía una relación sentimental con ella, pero ahora, al conocerla, estaba casi segura.

En el trascurso de la velada, observó el modo en que los dos se comportaban y pensó:

—Estos, fijo, tienen “algo”.

Pablo, leyendo el pensamiento de su madre, le dijo:

—Mamá, sé lo que estás pensando, pero te aseguro que Marta y yo, solo somos compañeros de apartamento.

Una semana después, Marta le comentó a Pablo que, desde el día en que vino su madre a cenar, no encontraba el cucharón grande de plata que tenían para repartir los alimentos en la mesa. Pablo le dijo que, conociendo a su madre, era imposible que ella lo hubiera cogido, pero que, aun así, le iba a mandar un mensaje. Y así lo hizo:

“¡Hola, mamá! Desde el día en que viniste a cenar, no encontramos el cucharón de plata. No estoy diciendo que tú lo cogieras, pero tampoco que no lo hicieras. Un beso 😘 ”.

Poco después, la madre de Pablo le respondió con otro mensaje:

“¡Hola, hijo! Si Marta se acostara en su cama, ya habría encontrado el cucharón de plata que yo puse entre los cojines. No estoy diciendo que te acuestes con ella, pero tampoco que no lo hagas. Otro beso para ti 😘”.

A una madre, nunca la engañas. Las madres tienen un sexto sentido y nos conocen perfectamente.


miércoles, 23 de abril de 2025

Sencillos gestos cotidianos de amor

Muchas veces pasamos por alto actos cotidianos que, aunque sencillos, son manifestaciones de amor y generosidad.

La siguiente lista titulada “Quince sencillos actos de caridad que olvidamos a menudo”, la elaboró, al parecer, Luisa Restrepo que se inspiró en el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2015:

- Saludar con alegría a las personas que vemos a diario.

Al saludarlas, les recordamos que su trabajo es importante y valioso para los demás.

- Sonreír.

No nos damos cuenta, pero cuando sonreímos en la calle, en el trabajo, en la casa… aligeramos nuestra carga y la de quienes nos rodean.

- Dar las gracias.

Demos siempre las gracias, aunque recibamos algo porque tengamos derecho a ello o porque lo hayamos pagado. Es más feliz quien es agradecido.

- Recordar a los demás cuánto los amamos.

Nosotros sabemos que los amamos… ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y las palabras cariñosas nunca sobran.

- Tener bonitos detalles con los que están cerca de nosotros.

Podemos aprovechar que sabemos lo que les gusta mejor que nadie. Pensar en los demás siempre alegra el corazón. Nada se disfruta más que aquello que se da con amor.

- Escuchar a los demás.

¿Qué puede hacernos más humanos que saber escuchar? Cada historia que nos cuentan nos une más al otro. Cuando nos hablan de sus hijos, su pareja, su jefe, sus profesores, sus preocupaciones, sus alegrías… nos están hablando de partes de su vida que necesitan compartir.

- Estar atento a quien nos necesita y detenernos para ayudar.

No importa si se trata de una simple pregunta, de un problema de matemáticas o de alguien que tiene hambre… Todos, nosotros también, necesitamos de los demás.

- Levantar el ánimo a alguien.

Cuando sabemos que alguien no anda bien y no sabemos qué hacer, saquémosle una sonrisa para hacerle saber que hay alguien que le ama y estará siempre a pesar de las dificultades.

- Celebrar las cualidades o éxitos de los demás.

Debemos expresar lo que nos gusta y nos alegra de los demás: sus cualidades, sus éxitos… A veces, solo son necesarias simples frases como Simples frases como “¡felicidades!”, “me alegro mucho por ti” o “ese color te favorece”…

- Seleccionar lo que no usamos y regalarlo a quien lo necesita.

Si tenemos más de lo que necesitamos, regalarlo nos ensancha el corazón y puede ser útil y de gran ayuda para otros.

- Ayudar para que otro pueda tomarse un respiro.

Cuando nos ayudamos a llevar las responsabilidades diarias, la vida es más llevadera.

- Mantener limpio y organizado lo que usamos en casa.

Es imprescindible para una buena convivencia. Hacerlo, nos hará sentir bien.

- Corregir con amor.

Corregir es un arte. El mejor método es el amor. El amor no solo sabe corregir, sino que sabe perdonar. No tengas miedo de corregir y ser corregido. Eso es una muestra que los demás apuestan por ti y quieren que seas mejor.

- Ayudar a los demás a superar obstáculos.

Ayudar a cruzar la calle, a subir las bolsas de la compra, a cargar unas maletas… son detalles que no se olvidan.

- Llamar por teléfono a familiares y amigos/as.

No cuesta mucho y es importante que sientan que piensas en ellos para saber cómo están o si necesitan algo.

Muchos pequeños gestos, desde lo cotidiano, pueden cambiar y mejorar la vida.


miércoles, 16 de abril de 2025

Los tres árboles

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos son mis caminos, dice el Señor. Cuanto son los cielos más altos que la tierra, tanto están mis caminos y mis pensamientos por encima de los vuestros”.
(Isaías 55, 8-9)



Cuento para niños y no tan niños.

Cuento tradicional recogido por Angela Elwell Hunt.

Había una vez tres árboles en la colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y planes de futuro.

—Algún día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Todos verán mi belleza —dijo el primer árbol.

El segundo árbol dijo:

—Algún día seré un gran barco donde viajen los más grandes reyes y reinas a través de los océanos. Todos se sentirán seguros gracias a mi fortaleza y a mi poderoso casco.

Finalmente, el tercer árbol dijo:

—Yo quiero crecer para ser el más alto de todos los árboles en el bosque. Así estaré cerca de Dios. Seré el árbol más grande de todos los tiempos y la gente siempre me recordará.

Durante años, los tres árboles oraban a Dios para que sus sueños se convirtieran en realidad.

Un día, un leñador los taló y se los vendió a unos carpinteros.

Con el primer árbol hicieron un pesebre y lo llenaron de paja. Se sintió muy mal, pues eso no era lo que él tanto había pedido.

El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña barca de pesca y fue puesto en un lago. Sus sueños de ser una gran embarcación habían llegado a su fin.

El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y lo abandonaron en la oscuridad de un almacén.

Al verse así, los tres árboles sintieron que sus planes habían fracasado.

Sin embargo, una noche, José y María de Nazaret llegaron al establo y pusieron al Niño Jesús en el pesebre. Entonces el primer árbol descubrió que había contenido el mayor tesoro de la humanidad.

Años más tarde, Jesús y algunos discípulos subieron a la pequeña barca para cruzar el lago de Galilea. Durante la travesía, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvarlos, pero Jesús se levantó y calmó la tempestad. El segundo árbol descubrió que llevaba al Rey de todos los reyes y Señor de señores.

Finalmente, alguien cogió dos de las tablas que estaban en el almacén y sobre ellas crucificaron a Jesús. Cuando llegó el domingo, Jesús resucitó y el tercer árbol sintió que había estado más cerca de Dios de lo que nunca pudo imaginar.

Cada árbol obtuvo lo que pidió, pero no en la forma que lo habían deseado. Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus deseos, debes saber que Dios tiene el plan perfecto para ti. Confía en Él. Sus caminos siempre son los mejores.


miércoles, 9 de abril de 2025

Historia de una brida


Fuente: “The chosen”. Capítulo tres de la tercera temporada y capítulo ocho de la cuarta temporada.

“The Chosen” es una serie creada, dirigida y coescrita por el cineasta estadounidense Dallas Jenkins. Ambientada en la Judea del siglo I, gira en torno a Jesús de Nazaret y las diferentes personas que lo conocieron y lo siguieron.

La serie brinda una nueva perspectiva sobre la vida y el ministerio de Jesús. La intención de Jenkins es, además de profundizar en las emociones y experiencias de los seguidores de Jesús, retratarlo a través de los ojos de quienes lo conocieron y mostrarlo de una manera más personal, íntima e inmediata.

En la serie “The chosen” se narra una bonita historia sobre la larga vida de una brida que acabará teniendo una utilización muy especial. Una brida sirve, principalmente, para dirigir a un animal de montura (caballo, mula, asno…) y está formada por la embocadura, el correaje que la sujeta a la cabeza y las riendas.

En la Biblia no hay ninguna referencia a esta historia. Se trata una licencia creativa que, en definitiva, reitera el linaje de Jesús y nos acerca al importante papel de José, que ejerció de padre terrenal de Jesús, en su infancia.

En la serie, los acontecimientos en torno a la brida no siguen un orden cronológico y no se completa su historia hasta el final de la cuarta temporada.

Estos sucesos se desarrollan en cuatro momentos. El primero en el reinado del rey David (1040-966 a. C.) y los otros tres durante la vida de Jesús de Nazaret. Para esta entrada he realizado un vídeo en el que aparecen recogidos en orden cronológico.

Los dos primeros episodios de la quinta temporada, que trata de la semana previa a la muerte de Jesús, se estrenarán en España, en cines, mañana día 10 de abril. Tal vez, es una sospecha, la historia de esta brida no haya llegado a su fin...

El rey David conserva una brida del tiempo en que los israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto.

El rey David regresa a casa después de vencer a los amonitas. Es recibido triunfalmente por los israelitas que, entre palmas y tendiendo a su paso mantos en el suelo, le cantan “hosanna”, una exclamación de júbilo y alabanza hacia la persona que consideran su salvador.

Abigail, su esposa, y su hijo Daniel lo reciben con gran alegría. Está próxima la celebración de la Pascua judía y el rey enseña a su hijo el ritual y significado del cordero que se sacrificará el día de Pascua. Abigail explica a su hijo por qué en la cena de Pascua se come pan ácimo y el rey David le muestra un cofre en el que guarda una brida cuya historia se remonta al día en el que los israelitas fueron liberados de la esclavitud en Egipto y huyeron de la mano de Moisés, a toda prisa, a través del desierto.

José conserva la antigua brida y se la entrega a Jesús.

José de Nazaret, descendiente del rey David, muestra a Jesús, siendo todavía un niño, sacándola de un cofre, la embocadura de la brida de una mula. José cuenta a Jesús que fue utilizada por uno de sus ancestros, de la tribu de Judá, en su mula cargada de provisiones desde Egipto. Su dueño la guardó como recuerdo de la huida y durante cuarenta generaciones se ha ido pasando de padres a hijos como recuerdo de la esclavitud, pero, sobre todo, como recuerdo del camino hacia la libertad y a la Tierra prometida. A José se la entregó su padre y él se la entrega a Jesús y, como cree que Jesús no tendrá hijos, piensa que, tal vez, con Él termine el viaje de la brida. Para José, cuidar de Jesús ha sido el mayor honor que jamás podría soñar y siempre rezó por cumplir bien la misión que se le había encomendado.


Jesús recoge la brida en la casa de Nazaret.

Jesús, ya adulto, ha iniciado su predicación y realizado múltiples milagros. Tras el sermón de la montaña, envía a sus discípulos, de dos en dos, a predicar su palabra y les da autoridad para realizar curaciones. Mientras tanto, Jesús vuelve a Nazaret para celebrar el Año Nuevo Judío. Llega a su casa anocheciendo y, mientras cena con su madre, conversan sobre la vida de sus discípulos. Finalmente, Jesús le pide a su madre el cofre con la brida que le entregó José, pues se acerca su hora y la va a necesitar. María, con gran tristeza, le dice que el cofre está en su dormitorio. Ya en su habitación, Jesús, triste y cansado, coge entre sus manos la brida.

A la mañana siguiente, todo Nazaret celebra en el campo la alegre fiesta de Año Nuevo con música, bailes, juegos, comida… Ese año han vuelto, también para la fiesta, Lázaro, amigo de la infancia de Jesús, con sus hermanas Marta y María y los padres del novio de la boda de Caná.

Las noticias de la predicación y los milagros de Jesús se han difundido y generan gran expectación entre los habitantes de Nazaret. Lázaro presiona al rabino para que ese día deje que Jesús lea y dé la enseñanza en la sinagoga. Jesús empieza a hacer la lectura del pergamino del profeta Isaías y la interrumpe para decir que con él se han cumplido las escrituras. Se genera una situación muy tensa. Ante las preguntas del rabino, Jesús les dice la verdad sobre quién es. Lo acusan de falso profeta y blasfemo y lo condenan a morir. Lázaro intenta intervenir y suavizar las cosas, pero Jesús le dice a su amigo que no se preocupe y le da instrucciones, al oído, sobre lo que tiene que hacer.

Jesús es llevado a lo alto del monte sobre el que se alza Nazaret para despeñarlo. El rabino, que aprecia a María y al difunto José, le pide que se retracte. Jesús no lo hace, le dice que no es el momento de su muerte y pasa junto a la multitud que, “sobrenaturalmente” conmocionada, lo deja marchar.

Jesús va a la tumba de José y allí recuerda, además de cómo le enseñaba a leer y el oficio de carpintero, el día en el que le dio la caja con la brida. Estando en estos pensamientos, llegan María y Lázaro que se sienten aliviados cuando lo ven bien. Lázaro trae la bolsa de Jesús con provisiones y la brida. Ya no hay vuelta atrás. Esta será su última visita a Nazaret y le pide a María que se vaya a vivir con Lázaro, Marta y María a Betania.

Jesús utiliza la brida en el asno en el que entra montado, triunfalmente, en Jerusalén.

Jesús y sus discípulos que, tras la resurrección de Lázaro, se encontraban en Betania, hacen los preparativos para dirigirse a Jerusalén para celebrar la Pascua.

Jesús pide a Simón, el zelote, y a Mateo que vayan al pueblo de al lado a por un pollino en el que nadie se había subido. Jesús se ha dejado su mochila, a propósito, en la casa de Lázaro para que su madre se la lleve.

Mientras tanto, la noticia de su llegada corre por Jerusalén y el pueblo se prepara con palmas para recibirlo, al igual que lo hiciera con el rey David.

María le lleva la bolsa a Jesús que saca el cofre con la brida y una manta y se las da a Simón, el zelote, para que se las ponga al pollino. Jesús monta en él y, seguido por su madre, los apóstoles y algunos discípulos, se dispone a entrar triunfalmente en Jerusalén.


Actualización (11-04-2025).

Ayer, en el cine, confirmé mis sospechas: la historia de la brida no había finalizado.

Tras su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús, discretamente oculto bajo una capa con capucha, pasea de noche por la ciudad. Desde un punto alto de Jerusalén, observa, con dolor y tristeza, cómo el patio del templo, que debía ser un lugar de oración, se ha convertido en un mercado donde se llevan a cabo todo tipo de negocios profanándose, así, un lugar sagrado.

Cuando llega a la casa donde se aloja con sus discípulos, coge el cofre donde se guarda la brida y cortándole una tira de la correa de cuero, Jesús era artesano y tenía una gran habilidad, prolonga un látigo. A la mañana siguiente, va al templo y, furioso, expulsa con él a todos los que vendían y compraban, volcando las mesas de los cambistas y liberando a ovejas, cabras, bueyes y palomas.


miércoles, 2 de abril de 2025

La capacidad humana de escoger


Fuente: “Escúchate” de Prem Rawat.

En el mundo podemos encontrar odio, egoísmo, envidia, prejuicios... Pero hay también generosidad, creatividad, amabilidad, comprensión… Ocurren muchas cosas maravillosas dentro de nosotros y a nuestro alrededor y, a diario, pasan inadvertidos millones de actos de bondad.

Respecto a la naturaleza humana, no podemos ser ni idealistas ni pesimistas. La realidad es que en todos nosotros existe el bien y el mal.

He visto una increíble oscuridad en los ojos de la gente, una oscuridad profunda sin un atisbo de luz. Y he visto una luz increíble en los ojos de la gente —destellos de esperanza, alegría y amor— incluso en momentos muy duros.

Todos tenemos potencial para la oscuridad y la luz, pues viven juntas dentro de nosotros.

Todo lo que considero bueno de mí nunca está lejos de lo que me disgusta. El amor no está nunca lejos del odio. La claridad no está nunca lejos de la confusión. La luz no está nunca lejos de la oscuridad. Solo hace falta apretar un botón para pasar de la luz a la oscuridad y viceversa.

No tenemos que preocuparnos de eliminar la oscuridad en nuestra vida, solo centrarnos en generar luz. No tenemos que preocuparnos de eliminar la confusión de nuestra vida, solo centrarnos en generar claridad. No tenemos que eliminar el odio de nuestra vida, solo concentrarnos en generar amor.

Contamos con muchas cualidades en nuestro interior. Las que escogemos para actuar y expresarnos son las que influyen de un modo determinante en nuestra vida. Esa capacidad de elegir es una parte fundamental de la experiencia humana. Nuestra humanidad se basa en la capacidad de escoger.

Lo que elegimos nos define:

Si quieres ser fuerte, sé amable.
Si quieres ser poderoso, sé benevolente.
Si quieres ser rico, sé generoso.
Si quieres ser elegante, sé sencillo.
Si quieres ser libre, sé tú mismo.

miércoles, 26 de marzo de 2025

Humor y duelo

Veinticinco años ya. Yo, aquí, sigo despertando. Volveremos a encontrarnos. Al otro lado.

Pronto hará veinticinco años, Dios mío cómo pasa el tiempo, que murió una prima a la que yo admiraba por su amabilidad, generosidad y porque tenía una vastísima cultura. ¡Era tan fácil quererla!... Durante seis años tuve el privilegio de ser, en las vacaciones de verano, su compañera de viajes por el extranjero. Con cuarenta y cinco años le diagnosticaron un cáncer que, después de seis meses de durísimos tratamientos, le produjo la muerte y un dolor indescriptible a cuantos la queríamos.

En su velatorio, de madrugada, un grupo de allegados familiares bajamos a la cafetería. Algunos acababan de llegar, habían viajado desde lejos y aprovecharon para comer algo. Y sin saber por qué, aún me pregunto cómo pudo pasar, acabamos contando chistes. Nada más lejos de nuestra intención que ser insensibles o irrespetuosos, pero así ocurrió. El momento era inapropiado, nuestra reacción emocional no fue la idónea y me sentí muy mal por ello.

Con el tiempo comprendí que fue un mecanismo de defensa contra el estrés, la tensión, la ansiedad y el dolor que acumulábamos y arrastrábamos desde que le diagnosticaron la enfermedad. La risa nos proporcionó alivio y consuelo y, en un momento tan oscuro, el humor nos ofreció una luz en nuestro sufrimiento emocional.

Lo que acabo de describir se explica magistralmente en el capítulo segundo de la cuarta temporada de la serie “The chosen”, que gira en torno a Jesús de Nazaret y las personas que lo conocieron y lo siguieron. En el fragmento que he seleccionado, Juan el Bautista, considerado primo, en algún grado, de Jesús, ha muerto decapitado por orden de Herodes Antipas. Jesús, soñando, se encuentra con él en el desierto. Cuando, súbitamente, se despierta, Andrés, que antes de seguir a Jesús había sido discípulo de Juan, le lleva algo de comida y, tras una interesante conversación, Jesús decide guardar la Shiv'ah (siete días de duelo) por los caminos y senderos, pues habían constituido “la casa” de Juan.